Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 264
Tico Medina en Garabandal.
Vengo por todos mis hijos, con el deseo
de acercarlos a Nuestros Corazones.
Tico Medina en Garabandal.
¿Quién es Tico Medina?
Lo cuenta brevemente un periodista amigo suyo:
Su nombre de pila es Escolástico Medina García. Nació en Píñar, Montes Orientales de Granada. Es periodista vocacional y reportero total. Ha hecho más de cuarenta mil entrevistas en todos los medios de comunicación desde hace cincuenta años.
Ha publicado veinte libros. Casado, tiene cuatro hijos, de los cuales dos ya están en el periodismo. El primer corresponsal de la Corona en América (TVE); director de programas de televisión, de la que fue uno de los pioneros en España. Tiene numerosos premios, entre ellos, dos a la Popularidad, Ondas, Antena de Oro. Ha sido rey Baltasar en la cabalgata de reyes en Granada. Conferenciante, autor de canciones, guionista de películas, director de periódico... y todavía en la brecha. Todo el mundo le llama "maestro".
Tico Medina cuenta, a continuación, en un artículo suyo, la impresión que le produjo las Apariciones de Garabandal:
¿UN FÁTIMA ESPAÑOL?
Las apariciones de Garabandal
«No es el periodista que esto firma un beato». Tampoco soy ni mucho menos un ateo. Uno es, fundamentalmente, hombre habituado ya por su profesión a contar la sorpresa, lo sensacional, lo diferente.
Hasta Garabandal he subido con una sonrisa escéptica. O por mejor decir, fría. De Garabandal he bajado, si no convencido, al menos preocupado, interesado. No viene esto que vamos a contar a querer demostrar que la Virgen se aparece a cuatro niñas de la montaña santanderina.
Pero sí es mi deseo, desde aquí, afirmar, con los pies en el suelo y la cabeza sobre los hombros, «que algo realmente sobrenatural» está pasando en la verde cresta montañesa, donde reina la vaca, donde abunda el Rosario, donde aún no llegó la televisión (y otros adelantos).
Estoy seguro, más por cuanto hablé, pregunté, indagué, que por aquello que vi. Pero quiero hacer constar que esta serie de escritos viene refrendada por la opinión y el estudio de médicos, teólogos, sacerdotes, psiquiatras y gentes que asistieron a lo que se ha llamado «las apariciones de Garabandal».
Garabandal es un pequeño pueblo de la provincia de Santander con una noticia para todo el mundo. También existe un sorprendente diario íntimo de Conchita. «Lo sucedido en Garabandal» es que cuatro niñas afirman haber visto a la Virgen en muy diversas ocasiones y a lo largo de varios años.
«Nuestras fotos demuestran momentos realmente importantes de lo que ya es una noticia que ha recorrido el mundo». Conchita da a besar el Crucifijo a uno de los hombres llegados a Garabandal en un día de éxtasis de las niñas. En otra de las fotos que obran en mi poder se puede ver a Mª Cruz en éxtasis rodeada de gentes diversas que habían acudido al pueblo a contemplar los fenómenos y que con ella se dirigieron al pino de la Virgen, donde dijeron se aparecía y hoy sitio de devoción de cientos de miles de personas. En aquellos tiempos las niñas habían tenido más de mil apariciones. Nunca hubo tanto documento gráfico de unos éxtasis.
Es un pueblo tan chiquito y tan apartado de la civilización que por no tener no hay ni horno de pan. Lo suben todos los días a lomos de un borrico enjaezado con sus cenachos, desde un pueblo que se llama Cosío, aunque caiga la nieve a manta, que cae muchas veces en una cantidad que da susto. Tampoco hay farmacia, solamente dos pequeñas escuelas oficiales, una de niños y otra de niñas.
La gente es muy religiosa. San Miguel Arcángel, en la Iglesia modesta del pueblo, con el dragón escamado a los pies, igual que el que había sobre mi cama en el pueblo de Granada, en mis noches de pleuresía, desde una estampa en color.
A las protagonistas, una a una, las hemos ido encontrado en esta mañana, en el ir y venir del Rosario, entre letanía y letanía, subiendo y bajando cuestas, trepando hasta el cerro de los pinos.
Mª Cruz es la primera. Alta, delgada, tiene el pelo claro y larguito. Aprieta contra el pecho con los brazos cruzados, un libro importante para ella: «Las Apariciones no son un mito», un documento estremecedor, aún en su sencillez, publicado en Zaragoza por un señor llamado Sánchez Ventura y Pascual, que hasta ahora sólo había publicado un puñado de buenos libros de economía.
El libro es una réplica a uno aparecido en Tánger, escrito por Juan Antonio Monroy. Los dos volúmenes he leído, en uno he encontrado frialdad, una terrible frialdad. En el del aragonés he descubierto, sobre todo, fervor y sinceridad. Me quedo con el segundo, con el del aragonés.
Al fin y al cabo en este segundo lo que se dice -«Las Apariciones no son un mito»- es contar sencillamente, narrar lo que en Garabandal ocurrió, con unos capítulos primeros dedicados a las apariciones antiguas, en su tiempo combatidas y luego aceptadas en toda su línea teológica y sobrenatural, por la Iglesia.
Me dirijo a casa de Jacinta, llamo a la puerta y baja. Lleva un jersey de cuello alto, oscuro, y el pelo largo derramado por la espalda. Sonríe como un ángel. De verdad, como un ángel.
- ¿Y tu?
- Yo nada, aquí...
Tímida, temblorosa, huidiza, Jacinta es hija de María y de Simón, al que saludaría a la salida de la Iglesia después del Rosario. Jacinta es sana por fuera y sana por dentro. Como una manzana. Me parece honda como un lago bello y profundo y se me antoja que está pasando un mal rato al hablar conmigo.
Charlo con ella de cosas diversas: de sus hermanos, de sus padres, de sus trabajos, de «aquello», etc...
- Yo sí que vi a la Virgen; yo sí la vi...
Es bastante. La historia ya nos acompaña. Llegamos a casa de Mª Dolores. El padre es el alcalde de barrio del pueblo. Tiene un pequeño bar, con latas de escabeche, botellas de «Fanta», cajas de galletas y alpargatas, y chorizos colgados en los techos bajos. Al fondo está la cocina. Mª Dolores (o Loli) no quiere que la retraten. También tiene el pelo largo, negro, es la más gordita de las cuatro. Dieciséis años también. Tiene la escoba en la mano cuando llego. Al llamar a la puerta de su casa barre y canta.
- Quisiéramos...
Rápidamente se escucha: «Mi padre, antes hemos de hablar con mi padre, si el quiere». Suenan unos pasos arriba sobre las maderas del piso de encima. Desde la escalera, Mª Dolores (o Loli) habla con voz baja estirando el cuello.
- Padre... padre...
- ya voy
responden arriba y aparece Ceferino, hombre entero también.
- Si ella lo quiere...
- ¿Os reunís las cuatro todavía?
- Si nos encontramos...
Lleva la escoba en la mano. La estampa es de una cenicienta especial, que no espera otro príncipe que el de la fe en los demás. En todas he podido observar una sonrisa especial. Por aquí, en Madrid, no la encuentro fácilmente. Si acaso en mis hijos... Está clara la bondad.
Hoy igual nos encontramos a la salida del Rosario.
- ¿Y subís a los pinos?
- Subimos ¿por qué no?
A Conchita la encuentro a la puerta de su casa. Conchita es una niña muy linda. Tiene un rostro español. Va bien vestida, lleva un traje de chaqueta color salmón y unas botas negras llamadas «katiuskas».
Conchita es un ángel de Dios, un bello ángel de Dios. El contacto de sus manos es rudo, fuerte, tremendo. Ella, a sus dieciséis primaveras, lleva mas de diez trabajando al campo, acarreando la hoja de avellano para la vaca, levantando la tierra; arañando el surco.
- Nosotras trabajamos aquí muchísimo para los animales...
Es despierta, y al mismo tiempo se ruboriza. Lleva colgado al cuello un delicado y barato corazón de cristal. Es la más fotografiada, y lleva en sus manos un Misal y el Rosario que no falte.
Ella me ha dicho así:
«Yo sí la he visto a la Virgen... sí que la he visto».
Con dulzura le pregunto que si lee mucho:
«Yo no, a mí no me gusta».
Hasta ahora no ha sabido que hay un sitio que se llama Lourdes y hay otro al que llaman Fátima. No había leído jamás nada. Conoció las letras con un gran sacrificio. La madre, en el contraluz de la puerta, vestida de negro, se descubre con una voz cansada, agotada:
«Más vale a veces no leer tanto y a veces es bueno hacerlo. Ni mucho ni tan poco... Lo que sí le digo es que ella no sabía nada antes de ocurrir esto...»
Conchita va también al Rosario. Ya dieron el tercer toque, los niños corren a la Iglesia. El pueblo se queda vacío, solitario, bajo el sol.
LA OPINIÓN DE LOS DOCTORES:
«Aquí está ocurriendo algo, que escapa a todas luces de lo natural»
Quiero recoger la opinión de un médico, una voz autorizada, que tras asistir a los éxtasis de las niñas en Garabandal emitió su informe.
El Dr. Celestino Ortiz Pérez, médico pediatra, puericultor, hizo un documentado y larguísimo informe sobre los «hechos». Desde aquellos en los que plantean posibles problemas en los antecedentes de enfermedades remotísimas de las cuatro niñas, que no es cierto, que no las hay, hasta sus análisis íntimos, psíquicos y físicos, en las «Visiones y fuera de ellas».
Todo en las cuatro Videntes, según el Dr. Ortiz, es normal. Absolutamente normal en cuanto a su estado físico a lo largo de las Apariciones. No hay histeria, ha asegurado el Doctor. No hay fatiga, su pulso es correcto. No hay hipnosis. No tienen antecedentes familiares de ninguna especie. Sus conclusiones recogidas por este periodista son las siguientes:
Primero: Que las cuatro niñas, bajo el punto de vista pediátrico-psiquiátrico, han sido siempre y continúan siendo normales.
Segundo: Que los éxtasis en que entran las niñas no pueden encuadrarse dentro de ninguno de los cuadros fisiológicos y patológicos psíquicos conocidos.
Tercero: Dado el tiempo que llevan produciéndose estos fenómenos, si hubieran tenido carácter patológico de cualquier tipo, hubiesen tenido estigmas fácilmente demostrables.
Cuarto: Que dentro de la psicología infantil, tanto normal como patológica, no encuentro explicación alguna que pueda reflejar, como hechos naturales, unos fenómenos, que a todas luces se escapan de lo natural.
Lo firma y lo rubrica el Dr. Ortiz Pérez.
Finalmente, el escalofriante testimonio, incluso gráfico, de la comunión de Conchita. Conchita había dicho el 3 de Julio de 1962 (ya llevaba viviendo un largo año de éxtasis) que el Ángel acababa de anunciarla que el «18 de julio, la daría la Sagrada Comunión públicamente... y que la Forma esta vez se vería sobre su lengua». Así que el 18 de Julio la rodean cientos de personas.
Miles huyen y se desasosiegan por el pueblo. Además es fiesta. Hace calor. Muchos hay en el baile. La charanga suena fuerte en la noche de verano. Se han repartido los papeles, unos bailan, otros rodean a Conchita esperando el momento que tarda mucho. Tanto que algunos desertan. Había aquel día muchos sacerdotes. Conchita había subido a su habitación del primer piso para cambiarse.
En la cocina, abajo, junto al fogón, esperan muchos. Tienen las puertas abiertas. Es natural. Conchita arriba, en su cuarto, recibe la llamada de la Virgen. Es algo así, por lo visto, como un resorte en el corazón; como una profunda voz interior, como una luz que la inunda las entrañas.
A las 2 (la historia está narrada hora a hora por la niña y los testigos presenciales, entre los que hay muchos sacerdotes) el Ángel «se me apareció en la habitación» y entonces salí de la casa rodeada de gente y de sacerdotes.
Cincuenta metros más abajo (continúa contándome la niña) el Angel sacó la Hostia del Cáliz y recitó conmigo el «Confíteor» y después me dijo: «Permanecerás con la lengua fuera, así, hasta que venga la Virgen...» Entonces me dio la Forma y recitó conmigo la oración «Alma de Cristo».
Sigue Conchita: Un momento después desapareció y estaba allí la Virgen. Como me había ordenado el Ángel retiré entonces la lengua. En ese mismo momento la Virgen me dijo:
«Todavía no creen todos».
Pero había testigos y hasta la humilde cámara de cine de un aficionado, de cuyo documento se ha podido extraer la increíble fotografía, que ha dado la vuelta al mundo. En el momento de la Comunión y en las sombras de la noche, un albañil llamado Pepe Díaz, colocó una linterna en pleno rostro sobre los labios de la muchacha.
«La vimos sacar la lengua y recibir sobre ella la Sagrada Forma, que primero era más pequeña y se agrandó como un duro».
Luego Conchita se levantó tranquilamente, sonriente, feliz como si nada hubiese ocurrido en ella y todo esto en éxtasis. El periodista ha tenido ocasión de recoger de viva voz y por escrito la opinión de muy diversas personas, que asistieron a lo que se ha llamando el «Milagro de la Forma».
Impresionante en todos sus aspectos. Casi increíble, si no existieran tan distintos y categóricos documentos acreditativos.
Por demás, he leído mucho sobre el particular, he preguntado a muchos, algunos teólogos me han mirado con alegría, se que más de una Madre Abadesa lee en silencio «Las cosas de Garabandal». Conozco comunidades enteras que también, al otro lado de las rejas de sus conventos, se asoman a los hechos de Garabandal. Tengo la relación de más de una docena de lugares en donde funcionan, repartidos por todo el mundo, comisiones, fundaciones y grupos religiosos, dedicados a estudiar, lo que arriba en la montaña pasa. Ya ven Vds. que no he querido salpicar esto de «milagritos», pues milagros parece ser que hay muchos.
En el año del Concilio, para mí, lo de Garabandal, tiene una fuerza increíble, inusitada. Pastores, eran los de Lourdes y los de Fátima. La palabra de Cristo siempre llega antes, gracias a Dios, a los humildes. Quisiera que mis palabras, no sonaran a huecas.
Tico Medina,
16 de Abril de 1966.
Diario «Pueblo», Madrid.
A. M. D. G.