Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 266

 

Christina Sudyk cura de sus dolores de estómago.

 

Por el Beso que he dado aquí, mi Hijo hará prodigios.

 

 

Christina Sudyk cura de sus dolores de estómago.

Su madre, Lesia Sudyk, cuenta lo que sucedió:

Mi nombre es Lesia Sudyk. Vengo de la ciudad de Kalush, en Ivano-Frankivsk, provincia de Ucrania. Recientemente, resido con mi familia en Detroit, Michigan, EEUU.

Había oído a mis amigos sobre las visitas a Ucrania de los Rozeluks (Michael y Helen) para rezar por la curación de los enfermos, pidiendo la intercesión de Nuestra Señora de Garabandal, por medio de sus medallas besadas. Estaba intrigada por estos sucesos. Tuve la oportunidad de ver el video documental sobre las Apariciones de la Madre de Dios a las niñas de Garabandal. Estos sucesos me emocionaron. No pueden ser comprendidos ni explicados por la ciencia. Por esto, me decidí a viajar, en la primera oportunidad que tuviese, para asistir a la Santa Misa en cualquier iglesia que los esposos Rozeluk asistiesen con esta misión.

 

Christina y Roksolana, con su madre Lesia y Helen Rozeluk, en la Iglesia de los Santos Pedro y Pablo en Toronto.

Me encontré con esta gente maravillosa en una iglesia de la ciudad de Cleveland, Ohio. Asistimos a la Santa Misa, rezamos el Rosario y veneramos las medallas milagrosas. En aquella ocasión, no sentimos nada extraordinario pero teníamos la sensación de que Madre María nos tomaba a su cuidado y confiamos en Ella. Decidimos volver a la primera oportunidad.

Entretanto, nuestra hija pequeña, Christina, empezó a tener molestias gastrointestinales de una enfermedad que creíamos curada hace tiempo. Empezamos a pensar en que debería ponerse de nuevo a tratamiento médico.

Poco después supimos que Michael y Helen Rozeluk iban a estar presentes, con las medallas de Nuestra Señora, en la iglesia de los Santos Pedro y Pablo de la ciudad de Toronto, Canadá. Christina, Roksolana (mi hija más joven) y yo, preparamos nuestras maletas y, al día siguiente, tras un viaje de cuatro horas, llegamos a esta iglesia.

Después del rezo del Rosario y de la celebración de la Santa Misa, con confesión y Santa Comunión, nos acercamos a Michael o Helen o alguno de sus ayudantes, quienes pusieron sus medallas sobre nosotros y pidieron a Dios la gracia de la curación de nuestros cuerpos y nuestras almas. Entonces, por primera vez, después de besar la medalla, nuestros hijos perdieron el sentido del mundo real por unos minutos (entrando en un estado de beatitud sobrenatural). En esa ocasión, ellos no dijeron nada de lo que les había sucedido. Seguíamos sintiendo la misma confianza en Madre María.

Para alegría nuestra y la de muchos fieles, Michael y Helen Rozeluk, junto con el Padre Peter, párroco de esta iglesia, anunciaron que estas Oraciones de Sanación con las medallas milagrosas se celebrarían al final de cada mes.

Nuestro deseo de alabar a Dios y pedirle la gracia de ser sanados por medio de la medalla milagrosa, se hizo más firme aún. Sin embargo las circunstancias de nuestra vida no siempre coinciden con nuestros deseos. Y así, al mes siguiente, no pudimos ir, porque nuestros hijos estuvieron enfermos de gripe.

Dos meses más tarde, cuando, gracias a Dios, nos preparábamos para viajar a Toronto, de repente, me di cuenta que las molestias y dolores de estómago de Cristina habían desaparecido. Inmediatamente la llamé y le pregunté sobre esto. Me dijo que ya no recordaba cuando le habían desaparecido. Estábamos sorprendidos y pensábamos lo mismo: fue todo por Gracia de Dios.

Esta vez viajamos con esperanzas redobladas y absoluta convicción de que un gran Poder, que nuestra inteligencia no puede abarcar, pero que los hechos inexplicables están ahí, nos ayuda. Es este poder de Dios el que nos asiste de muchos modos para encontrar el camino a la Eternidad y nos ayuda a soportar las pruebas de este espinoso camino de la vida. La prueba de esto son nuestros hijos.

Esta vez, Christina, mientras veneraba la medalla, sintió que se caía hacia atrás, aunque se resistía, pero entonces vio a la Bendita Madre y la oyó decir: "No temas, todo irá bien". Roksolana también yacía en el suelo por largo tiempo en un estado de beatitud. Cuando ella volvió en sí, nos dijo que vio a la Bendita Madre con vestido azul claro y con un velo blanco sobre su cabeza. Ella le habló pero no recuerda lo que le dijo. ¿Será en la próxima ocasión? ...

Lesia Sudyk.
Detroit, Michigan, EEUU.
Enero del 2006.

 

 

A. M. D. G.

 


 

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