Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 277

 

La Santísima Virgen recibe a los peregrinos.

 

La Iglesia del Pueblo, en tiempos de las Apariciones, con el Santísimo en el centro del altar. A la izquierda, el altar de la Virgen del Rosario y, a la derecha, el de la Inmaculada. En el presbiterio, el Sagrado Corazón de Jesús, a la izquierda, y San Miguel, al lado del Corazón de María. San Sebastián, en el centro, es el patrono.

 

La Santísima Virgen recibe a los peregrinos.

Aurora, Adelina, Josefina y Cristina se encontraron con Ella.

Tuvo lugar en los años de 1970, cuando cuatro peregrinos de Gijón, Asturias, fueron a Garabandal en un Seat 600 por el motivo de agradecer a la Santísima Virgen la delicadeza de haberse aparecido en Garabandal y habernos dado gracias grandísimas:

-- El Beso de la Madre de Dios, que hace prodigios.

-- El que llevare con fe los objetos besados por Ella, pasará su purgatorio acá en esta vida.

-- El haber pedido a Dios venir acá a Garabandal.

-- El Aviso y el Milagro que hará Jesucristo, por la intercesión de su Madre, para la conversión del mundo entero.

Jesús dijo: "Todos amarán Nuestros Corazones".

 

La Virgen dijo:

-- Estaré siempre con todos mis hijos.

-- Con Dios os quedáis y conmigo también.

Pero, esta delicadeza de sus hijas, la quiso premiar.

Viajaban desde Gijón por la vieja carretera en un coche pequeño, un Seat 600. Muchas carreteras de entonces estaban desniveladas y los continuos rebotes y vueltas hacían de algunas carreteras un verdadero mareo. Hoy día, el pavimento firme, nivelado y liso hace que sea un paseo lo que antiguamente era un verdadero sacrificio excepto para las personas ya acostumbradas a viajar.

Salieron de Gijón a buena hora de la mañana para estar al mediodía en Garabandal. Aurora, al volante; Adelina; Josefina y una amiga llamada Cristina. No recuerdan apenas el sacrificio del viaje porque todo su deseo era estar allí con la Madre de Dios.

Llegando a la última vuelta de la subida a Garabandal, en la que, de repente, aparece el pueblo, tapado los últimos kilómetros por una pequeña colina, dice Aurora:

--  Al dar esta última vuelta y ver los Pinos siento siempre algo especial, como si la Virgen me estuviera esperando.

Justo al terminar de decir esta frase mira a lo alto y vieron, las cuatro, salir del pino de la Virgen una Señora vestida de blanco y manto azul envuelta en una luz preciosa. Suavemente se adelanta hasta el borde del altozano pero siempre a cierta altura sobre él. Era Ella, la Virgen de Garabandal.

La sorpresa fue tremenda. Inmediatamente pararon el auto, salieron de él, y contemplaron la hermosura de la Virgen que las miraba con Amor. Duró largo rato, pues todavía se pararon de nuevo unos metros más adelante y finalmente llegaron a la plaza de entrada del pueblo. En todo momento la veían. Finalmente, la visión cesó y Josefina dijo:

-- Vamos a dar gracias a Dios Nuestro Señor ante el Santísimo.

Fueron a la Iglesia y rezaron una Estación a Jesús Sacramentado. Pues allí es el lugar donde Jesucristo está real y verdaderamente presente y, con Él, su Madre.

Después, subieron a los Pinos para dar gracias a Dios, rezar a la Santísima Virgen y estar con Ella allí. Dice Josefina que este suceso fue poco conocido entonces porque no querían hablar de ello debido a que alguna gente no creía en estas cosas.

Estos detalles de la Madre para sus hijos que hacen largos viajes solo por amor a Dios, para honrarla en sus lugares de Aparición, siempre han sucedido en el interior de las almas de los peregrinos y con frecuencia con manifestaciones externas.

 

Desde la plaza de entrada al pueblo hasta la Iglesia los cuatro peregrinos pasaron por aquí, en la foto. Desde la Iglesia hasta cerca de la entrada del pueblo discurría este arroyuelo que recogía aguas de las fuentes del lavadero y del bebedero de los animales y que pasaba por delante del pórtico de la Iglesia. Un ramal, que se ve al fondo, recogía las aguas que venían desde la fuente del indiano.

 

Es frecuente oir habar a los peregrinos de los perfumes que emanan en los sitios donde tuvieron lugar las Apariciones.

Un peregrino alemán estaba arrodillado en los pinos y rezaba con gran fervor a la Virgen. Solía venir con Henri, el francés, a quien la Santísima Virgen curó de cáncer. De pronto exclama: "el perfume". Un intenso, fino y delicado olor a rosas, invadió el altozano que todos los presentes pudieron sentir. Dice Josefina, que estaba allí presente, que el perfume vino después de rezar y pedir, con gran fe, por este señor alemán que estaba bastante enfermo.

 

El fuego de Amor de la Pasión de Jesús.

Un niño que vino con peregrinos del sureste español, desde Alicante, estaba con su abuela en la segunda estación y, de pronto, una aureola de luz rodeó la estación por su perímetro y ardía como un fuego inextinguible. Esta manifestación de los dolores de la Pasión como un fuego inextinguible del Amor de Jesús ya ha sucedido en otras ocasiones.

El niño tenía una minusvalía mental. Por esta causa, cuando él subió corriendo a los Pinos y lo contó a los demás peregrinos, muchos no le creyeron. Estaba entre ellos Josefina, quien también dudaba que fuese verdad.

A la mañana siguiente, se asomó al balcón de casa Paquita (Mesón Serafín), en la foto, y vio con asombro que, en la quinta estación, sucedió esto mismo que dijo el niño.

Cuenta que este fuego subió a la altura de la Cruz, se dividió en tres partes siguiendo los brazos de la Cruz encima de la estación, estuvo un rato largo hasta que desapareció. Le impresionó mucho; sintió que fue como una cariñosa amonestación por no creer lo que dijo el niño. Al mismo tiempo sintió que todo ello fue una manifestación del Amor de Jesús en la Cruz, significada por el fuego en que ardía la Cruz sin consumirse.

Tales y tantas manifestaciones de la presencia de Dios en este lugar son porque Dios quiere resaltar lo Sagrado de este lugar destinado a ser en el futuro signo visible de la presencia de Dios por medio de la Señal que Dios dejará después del Milagro, tal como la Virgen dijo durante las Apariciones.

 

 

A. M. D. G.  et   B. M. V.

Ad Maiorem Dei Gloriam  et  Beatae Mariae Virginis

A Mayor Gloria de Dios y de la Bienaventurada Virgen María.

 


 

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