Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 281
¡No hay cosa que la Virgen no pueda remediar!
¡No hay cosa que la Virgen no pueda remediar!
Lo cuenta así Ángel Uría:
Cuando mi madre estaba muriendo de cáncer, tenía muchos dolores y me acuerdo que cuando llegué a mi casa me arrodillé delante de una imagen de la Virgen del Carmen de Garabandal. La encontraron los niños en la calle, de un calendario, y me la trajeron y yo la pegué a un cartón y la puse sobre la mesita. Yo, de rodillas, le decía: Virgina, que siempre llamo así a la Virgen, ¡quítale el dolor!. Al poco tiempo fui a verla y mi madre estaba mucho más tranquila y murió con paz.
Yo estoy convencidísimo que la Virgen me oyó. Cada vez que me acuerdo de ello me emociono, porque son cosas que me llegaron muy adentro.
¡No hay cosa que la Virgen no pueda remediar!. Pero a la Virgen no se le puede hablar como imponiendo nuestros criterios, hay que ir humildemente, como hijos que somos, con humildad y con lágrimas en los ojos. Es la forma de escucharte Ella. No te puede escuchar la Virgen cuando vas a Ella como exigiendo, no. Hay que ir pidiendo, con las lágrimas en los ojos y diciéndole lo que te pasa. Entonces Ella se encarga de todos sus hijos. ¡No hay nadie en el mundo que la llame y que no le atienda!. Pero hay que llamarla de corazón. La Virgen siempre te escucha.
Loli, en la puerta de su casa, dando a besar la Cruz.
Conchita da a besar la Cruz a un sacerdote. Muchas peticiones a la Virgen recibían una respuesta por el beso de su Hijo en la Cruz.
Benjamín Gómez dice que, cuando el Milagro de la Comunión visible de Conchita, miró "con toda sospecha" a ver si había algo en la boca.
Esta pequeña duda, hizo que, poco después, la llamara su prima y NO pudo ver el momento exacto en que apareció la Forma en la lengua de Conchita, sino justo después.
Lo dice él así:
«Miro la boca "con toda sospecha" por si tuviera algo en la boca y en aquella boca he dicho y digo y aseguro que no había nada de nada, era una boca limpia completamente. Así estuvo un buen rato con la boca abierta. Saca la lengua, con la lengua limpia de todo.
Estando fuera con la lengua, una prima mía me llama y me dice: "Benjamín, que yo no lo veo". Cambio un rápido momento la vista y cuando vuelvo la vista ya estaba con la Forma en la lengua. Aquí, claro, no puedo saber si se hizo en la lengua, si apareció hecha en la lengua, muchos lo vieron»
Pepe Díez, que no dudó de que el Milagro ocurriría, vio cómo la Forma apareció de repente en la lengua de Conchita.
Las niñas fueron guiadas por la Virgen en sus dedicatorias. Conchita escribe una dedicatoria para el sacerdote y escritor Joseph Pelletier, prestigioso escritor norteamericano, que ha escrito algunos de los mejores libros sobre las apariciones de Fátima y Garabandal.
Clementina, esposa de Pepe Díez, tuvo sus dudas, le pidió ayuda a la Virgen y la respuesta fue maravillosa, como así ella lo cuenta:
«En una ocasión, me sentía muy mal y tenía duda si sería la Virgen quien se aparecía a las niñas. Le pedí a la Virgen:
-- Virgen Santísima, si eres Tú realmente la que te apareces, por favor, ven a mi casa con las niñas.
Apenas había formulado esa petición, cuando llaman a la puerta. La abrí y era Mari Loli, en éxtasis, seguida de su padre y de mucha gente. Algunos no podían entrar y se quedaron fuera. Al ver a Mari Loli empecé a llorar y su padre, Ceferino, me preguntó por qué lloraba. Le dije de la duda que tenía por cosas que habían sucedido y la petición que había hecho a la Virgen. La respuesta fue tan clara e inmediata que me di cuenta que realmente era la Santísima Virgen quien se aparecía»
Cuando, al principio de las Apariciones, las primeras mujeres que subieron dudaron de que fuese verdad, a pesar de que lo estaban viendo, dijo Conchita al Ángel:
-- ¡Oh Virgen Santísima, ellas no nos creen!.
Clementina contestó:
-- Sí, Conchita, nosotras te creemos, todo el mundo te cree.
Con el pasar del tiempo todas fueron empezando a creer y quedando impresionadas. Angelita quiso pasar delante de ellas para ver las expresiones de sus caras pero sintió una fuerza que se lo impidió y dijo:
-- ¡Oh, no puedo pasar!.
San Miguel Arcángel no la dejó pasar por las dudas que tuvieron y las bromas que hicieron pero luego estaban con un profundo respeto. El éxtasis terminó sobre las diez de la tarde.
Dice Clementina:
Ellas, las niñas, nos dijeron que habían visto al Angel pero que él no les habló. Le preguntamos a las niñas si el Angel estaba triste.
Ellas nos dijeron que cuando Conchita dijo: ¡Oh Virgen Santísima ...!, el Angel sonrió e inclinó la cabeza (al oir nombrar a la Santísima Virgen). Después fuimos a casa; cada una dijo lo que vio. Al día siguiente ya vinieron todos con mucha fe y mucha gente de los pueblos cercanos.
En esta escena, don Valentín, el párroco, (a la izquierda de la foto) que mira un momento atrás, y el P. Luis Andreu S.J., escuchan atentamente a las niñas que están entre la gente, delante del pino de la Virgen.
Don Valentín Marichalar, el párroco, había tomado tantas notas de respuestas de las niñas, sueltas e incongruentes, al no oir la respuesta de la Virgen, que al final parecía un rompecabezas ya que si no se oían las respuestas de la Santísima Virgen, no podía deducirse nada.
En cambio las notas que tomó oyendo los diálogos con la Virgen son unas notas preciosas y llenas de sentido. Por ejemplo: una nota de Don Valentín dice que la niña decía a la Virgen: "Como Tú quisiera llevarlas yo, sobre todo para venir a verte a Ti" (las faldas largas, la Virgen les hablaba de la modestia en el vestir). La expresión de la niña fue: "como Tú quisiera llevalas yo, sobre tó pa venir a vete a Ti". Y al poco rato fueron a sus casas y vinieron con unas faldas largas de sus madres o abuelas, casi arrastrando las faldas por el suelo.
Concluyó: "No se puede conocer la verdad de lo que pasa sin escuchar el diálogo de la Virgen. ¡Con la fe de un niño, hay que escuchar lo que dice la Virgen, preguntándoselo primero a las niñas!". Para confirmar todo esto pidió una prueba, con humildad, a la Virgen, y se la concedió:
Dice D. Valentín, el párroco:
La Virgen me dio una prueba especial para mi un día a la una de la madrugada. Estaba muy cansado y pensé, «Bueno, que la Virgen me lo aclare que yo ya no puedo más con esto»
Pedí que si todo era verdad que las niñas viniesen a mi esa misma noche mientras dormía y que me despertasen y me diesen a besar el crucifijo. Después me fui a la cama y sobre las cuatro de la madrugada, Mari Loli, en éxtasis, acompañada por el escritor Sánchez Ventura y un pequeño grupo de gente, llamó a la puerta de mi habitación. Cuando la abrí volvió hacia mi su cara, sonreía, y todavía en éxtasis extendió su brazo con el crucifijo para que lo besase.
Esto fue una prueba muy clara para mi. ¿Cómo la niña vino a mi habitación sin saber que yo estaba allí aquel día? Era muy difícil porque había cambiado de sitio tres días antes y ni Mari Loli ni la familia sabían donde estaba ni en qué casa habitaba. Ellos creían que estaba en mi casa anterior. Además, ¿cómo sabía en qué habitación estaba si había cuatro habitaciones con puertas iguales? Yo estaba en la tercera cuando ella llamó a la puerta. ¿Cómo sabía que estaba allí?. Fue la Virgen quien se lo dijo.
Un ejemplo de comportamiento fue el P. Luis María Andréu S.J. Subió escéptico como muchos pero, al poco de estar allí, se dio cuenta que algo realmente de Dios estaba pasando.
Por esta causa empezó a tomar notas detalladas para aclarar todo. Acudió a la Santísima Virgen para que le concediera saber, con toda certeza, si aquello era de Dios. Y, mientras las niñas seguían en éxtasis, sucedió que el Padre Luis, que había estado observando a las niñas con mucha atención, se sintió repentinamente invadido de una honda emoción y se le oyó decir cuatro veces y con voz muy alta:
-- ¡Milagro!, ¡Milagro!, ¡Milagro!, ¡Milagro!.
El P. Luis tenía un aspecto tan grave, tan serio y tan emocionado que Pepe Díez, le dijo al Padre François Turner, que por un momento sus compungidas facciones tenían la apariencia de una "enorme lágrima". Hubo, además un aspecto singular de este éxtasis del Padre Luis, que relatan las videntes:
-- Podíamos verle. En nuestros éxtasis nunca veíamos a nadie, excepto a la Santísima Virgen. Pero vimos al Padre Luis, y la Santísima Virgen nos dijo que él también la veía a Ella y veía el Milagro.
Conchita también mencionó este acontecimiento en una carta dirigida al Padre Ramón Andreu, el 27 de Noviembre de 1964:
-- "Y la Virgen nos dijo entonces que él la estaba viendo y que veía también el Milagro que Dios Nuestro Señor iba a hacer".
El Padre Luis María Andréu fue el primer sacerdote que vio a la Virgen de Garabandal al mismo tiempo que la veían las niñas, también vio el Milagro que viene. La Virgen le dijo que pronto estaría con Ella en el Cielo y cuando bajó del pueblo dijo al párroco D. Valentín:
-- Hoy he recibido una prueba ciertísima; lo que las niñas dicen es verdad.
Durante el viaje de vuelta dijo:
-- Para mí ya no hay duda de que lo que dicen las niñas es verdad, qué gracia mas grande me ha dado la Virgen, qué Madre mas buena tenemos en el Cielo, hoy es el día mas feliz de mi vida.
Murió poco después de felicidad y sin dolor alguno.
El Padre Ramón Andreu S.J., su hermano, no estuvo en Garabandal el 8 de Agosto; regresó el día 14 y, después de una conversación con las videntes, anotó en su cuaderno:
El Padre Luis estaba con las cuatro niñas que se habían arrodillado en éxtasis. Gotas de sudor le caían por la frente. La Virgen le miraba, parecía decirle: "Muy pronto estarás conmigo".
Otro testimonio proviene de Avelina González, una de las vecinas del pueblo que vieron al Padre Luis descender del Pinar después del éxtasis nocturno del 8 de Agosto de 1961.
Dice la Sra. Avelina:
El Padre subió hasta los Pinos ese día. Cuando regresó del Pinar le oí decir: "¡Qué milagro me ha hecho la Virgen!". Sí, le oí decir eso.
En el éxtasis de la tarde, Nuestra Señora no respondió a las peticiones de una prueba que le hacían las videntes, pero respondió posteriormente, al anochecer, de esta manera tan extraordinaria, por mediación del Padre Luis.
A. M. D. G. et B. M. V.
Ad Maiorem Dei Gloriam et Beatae Mariae Virginis
A Mayor Gloria de Dios y de la Bienaventurada Virgen María.