Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 313

 

Informe sintético sobre las Apariciones
elaborado por el P. Ramón María Andreu S.J.

( I )

 

La Santísima Virgen escogió un escenario maravilloso que culmina en Garabandal y las cumbres de Peña Sagra.

 

 

        Informe sintético sobre las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal, elaborado por el P. Ramón María Andreu S.J. (1ª parte).

            San Sebastián de Garabandal es un pueblo situado a 7 kms, monte arriba a partir de Cossío.  Por este punto de referencia, Cossío, pasa la carretera más próxima a San Sebastián de Garabandal.

 

            Paisaje variado.  Un monte de pinos, a cuyas faldas se recuesta este sencillo pueblo.  Sus habitantes: pacíficos, trabajadores, honrados.  Hasta los acontecimientos, de que nos vamos a ocupar, el pueblo era un lugar remoto con antiguas tradiciones.  Una, como muestra:  Al anochecer, una mujer--es la madre de una de las videntes, Jacinta--recorre las calles tocando la campanilla, invitando a los vecinos a rezar por las ánimas del Purgatorio también es diario el rezo del Santo Rosario en la iglesia. No hay espíritu de fanatismo religioso ni remotamente.

 

            Los caminos que recorren los campos y sembrados son de naturaleza pedregosa; un ex río con el lecho lleno de cantos rodados está debajo del monte de pinos.

 

                        Las protagonistas

 

            Los nombres propios de las niñas son:

 

            María Concepción, de 12 años (Conchita).

            Jacinta, de 12 años.

            María Dolores, de 12 años.

            María Cruz, de 11 años.

 

            Añadamos que ni son hermanas, ni primas entre si.

 

            Fuera de María Cruz, las demás han gozado de salud fuerte y de una complexión robusta.  Su desarrollo mental, el que en los pueblos a esa edad resulta normal.  Comparadas con niñas de esa edad, instruidas o de ciudad, parecerían de 9 o 10 años.

 

            Familias pobres, humildes, trabajadoras.  Su padres, normales, con el temperamento de los hombres del campo y del campo norteño, santanderino.

 

            Tienen un excelente y prudente Párroco, lleno de celo por su feligresía.  Los mozos y las juventudes con las virtudes y vicios propios de la edad.  Todo normal.

 

            Las niñas no se distinguen de las otras por su manera de ser, ni en la escuela, ni en la catequesis, ni en su ejemplaridad.  Incluso tienen ocurrencias de travesuras corrientes en las niñas de su edad.

 

            Los Hechos

 

            Según hemos sabido, las niñas salieron de escuchar una explicación de la catequesis, “El ángel bueno nos incita al bien y nos ayuda y defiende.  El ángel malo, el demonio, nos empuja para hacer el mal.”  Van alegres, juguetonas.  Han tenido una idea peregrina:  coger del huerto ajeno fruta.  “No lo hagamos.  Porque esto nos lo ha inspirado el ángel malo.  El bueno nos dice que ...”

 

             Y se les aparece el Angel.  Más tarde lo identificaron como S. Miguel Arcángel.  No les habló nada, los primeros días le veían.  ¿Vino anunciando a la Virgen?  Parece.  Ahí mismo fueron las apariciones.  Diremos cómo son estas apariciones, aunque son más bien visiones profundas y serias.

 

            Comienzan éstas el día 18 de junio de 1961.  Van sucediéndose en forma creciente.  Hay unos días hacia fines del mes en que las niñas no tienen visión.  La visión todavía no les habla.  Por vez primera, el 2 de julio, escuchan las palabras emanadas de la visión.  Las niñas están quietas, arrodilladas, la postura reverencial.  Las primeras caídas, las marchas extáticas, de que luego hablaremos, comienzan hacia el 3 de agosto.

           

            Hemos indicado que al principio sólo ven el ángel.  Luego, como es lógico, les cuesta mucho explicar toda la serie de personas y cosas que forman las apariciones.  Lo que ven lo dicen con más facilidad.

 

             La Virgen:  es más bien alta.  Lleva una corona de estrellucas brillantes, redonda pero abierta (a modo de diadema).  El vestido es blanco con flores blancas.  El manto azul azulina.  No tiene velo.  El pelo largo, castaño, tendiendo a negro.  A petición de las niñas abre a veces el manto para que vean el vestido.  La edad de la Virgen resulta de 18 años.  No se ven los pies.  Los ojos y las cejas bien negros.  Muy hermosa y casi siempre sonríe.

 

            El Niño:  La Virgen a veces trae al Niño; otras no.  Cuando trae al niño lo trae en brazos y a veces se lo deja a las niñas.  El niño es pequeño.  No habla pero se sonríe; no se lo ven los pies.  Tiene también una corona redonda, lisa pero abierta.

 

            La Luz:  Acompaña a todas las visiones.  Es como luz del sol.  De noche ven también la luz.  Esta luz les impide ver las demás cosas, excepto las personas de la visión y a las otras niñas que están también participando de la visión.  Cuando una niña deja la visión y vuelve a la normalidad, las que continúan en la visión dejan de verla.

 

            Ángeles:  San Miguel, que fue la primera aparición.  En otra ocasión vieron las niñas a la Virgen rodeada de otros ángeles pequeños.  El número era de cinco.  Entonces les dijo la Virgen que la acompañaban los ángeles porque Ella era Reina de los Angeles.

 

            Oyen Voces: La voz que oyen con más frecuencia es la del P. Luis Andreu.  No lo ven, pero le oyen.

 

            (Aquí incluye el P. Ramón el testimonio de D. Rafael Fontaneda sobre lo sucedido a su hermano el P. Luis María Andreu S.J.)

 

            El día 8 de agosto de 1961, coincidimos en San Sebastián de Garabandal con el R. P. Royo Marín, O.P., con nosotros había venido el P. Luis María Andreu, S.J., quién subía a San Sebastián por tercera vez desde el día 19 de julio.

 

            D. Valentín Marichalar, cura párroco de San Sebastián de Garabandal entregó al P. Luis la llave de la Iglesia, rogándole hiciera de párroco pues él tenía que ir a Torrelavega.  Yo observé una gran alegría en el P. Luis, quién me dijo:  “Faito (Rafael), hoy soy párroco de Garabandal,” y bromeaba conmigo en este sentido.

 

            La Misa se celebró en la iglesia de San Sebastián, fue extraordinaria a juicio de cuantos la presenciaron, llegando incluso a emocionar a todos.

 

            Las niñas tuvieron uno de sus éxtasis por la mañana.  El padre Luis estuvo muy próximo a ellas y, como otras veces, tomaba notas de lo que las niñas hacían y decían.  Durante este éxtasis de las niñas hubo momentos en que el P. Luis parecía absorto.  Los más próximos a él pudieron observar cómo durante algunos momentos caían lágrimas silenciosas que procedían, al parecer, de un sentimiento de estar en presencia de algo extraordinario.

 

            Por la tarde el éxtasis de las niñas adquirió un ritmo de velocidad subiendo a los pinos y bajando en estado de éxtasis.  Durante el rato que estuvieron en éxtasis en los pinos, el Padre Luis estuvo inspeccionando a las niñas con toda minuciosidad.

 

            Parecía como si no quisiera perder un solo detalle de lo que sucedía.  De pronto se vio como si una emoción especial le invadiese y por dos veces pronunció en tono alto y visiblemente impresionado las palabras:  “Milagro, milagro.”  Luego guardó silencio y las niñas iniciaron su descenso diciendo, en éxtasis, que iban a la iglesia.  Lo decían, como de costumbre, en su diálogo con la Virgen.

 

            Este descenso a la iglesia fue vertiginoso.  El Reverendo Padre Royo Marín, O.P., avisó a los presentes que corrieran a la iglesia a donde iban las niñas y dijo este frase:  “Corran a la iglesia que las niñas llevan alas en los pies.”

 

            El descenso de San Sebastián de Garabandal a Cossío lo hicimos andando unos, y otros en Jeep.  Al Padre Luis, por deferencia, se le hizo bajar en Jeep.  Observé que estaba muy contento.  Los familiares míos que bajaron en Jeep en el mismo viaje con el Padre Luis me dijeron lo mismo.

 

           Una vez en Cossío nos fuimos repartiendo en los diversos coches que formábamos la expedición y, aunque le reclamaron en el coche de mi hermana, él prefirió venir conmigo, ya que igual conmigo había ido.

 

            En el coche íbamos mi esposa Carmen, mi hija Mari Carmen de 8 años y yo detrás.  Delante iban José Salceda al volante y el P. Luis.

 

            A lo largo de casi todo el viaje vinimos comentando lo que aquel día habíamos visto.  Me dijo el Padre Luis que había hablado con el P. Royo Marín y que habían estado de acuerdo en todo.  Tanto mi esposa como yo y también José Salceda observamos una profunda e intensísima alegría en el Padre Luis, así como una gran seguridad.  Hablaba sin prisas y repetía muchas veces estas frases:  “¡Que contento estoy!  Estoy pleno de dicha.  ¡Que regalo me ha hecho la Virgen!  Ya no puede caber la menor duda de que lo que sucede a las niñas es verdad.”

 

            En Torrelavega encontramos un Jeep, que había ido con gente de Aguilar de Campoo, que estaba parado.  Era el Jeep que nos había subido a San Sebastián de Garabandal.  Paramos por si necesitaban algo y se bajaron el mecánico José Salceda y el Padre Luis y hablaron un poco con ellos.

 

            En este segundo tramo del regreso hablamos un rato y yo dije:  “Padre, por qué no duerme un rato.”  Así lo hizo por espacio de una hora aproximadamente, hasta poco antes de llegar a Reinosa.  Al despertar dijo:  “Qué sueño más profundo he tenido.  Que bien me encuentro, no estoy ni siquiera cansado.”

 

            Todos veníamos con sueño porque ya eran la cuatro de la madrugada.  Ya en Reinosa paramos en una fuente un poco para beber.

 

            Reanudamos el viaje y después de rodar un poco, adentrándonos en la ciudad, el P. Luis volvió a repetir las frases que habían de sintetizar la conversación que traíamos:  Estoy pleno de dicha.  ¡Qué regalo me ha hecho la Virgen!  ¡Que suerte tener una Madre así en el cielo!  No hay que tener miedo a la vida sobrenatural.  Las niñas nos han dado ejemplo de cómo hay que tratar a la Virgen.  A mí no me cabe la menor duda de que lo de las niñas es verdad.  ¡Por qué nos habrá elegido a nosotros la Virgen!  Hoy es el día más feliz de mi vida.”

 

            Al decir esa frase dejó de hablar.  Yo le hice una pregunta y al no obtener respuesta le volví a preguntar:  “Padre, ¿le pasa algo?”  Yo creía que se marchaba.  El respondió:  “No, nada, sueño.”  Inclinó la cabeza e hizo un como ligero carraspeo.

 

            José Salceda se volvió hacía él y al observar que tenía los ojos vueltos dijo:  “El Padre está muy malo.”  Mi esposa le tomó la muñeca y al no encontrar pulso dijo:  “Para, que no tiene pulso, aquí hay una clínica.”  Yo, creyendo que era un mareo, le dije:  “No se preocupe, Padre, que no es nada, se le pasará enseguida.”  Mi esposa dijo:  “Vamos a llevarle a la clínica.”  Yo le respondí:  “No digas bobadas.”  Pero ella añadió:  “Sí, que está sin conocimiento.”

 

            Habíamos parado junto a la clínica, a unos cinco o diez metros rebosada ésta.  Llamamos e inmediatamente nos abrió una enfermera quien al ver al Padre dijo que estaba muerto.  Mi esposa dijo que no podía ser, que le hicieran algo.  La enfermera le puso una inyección.

 

            Entre tanto, José Salceda fue a buscar un sacerdote y un médico.  El médico llegó a eso de los 10 minutos.  Era el Dr. D. Vicente González, quien sólo pudo constatar que se trataba de un cadáver, inmediatamente llegó el señor Párroco, quien le administró la Extremaunción.

 

            El comentario que ha brotado repetidas veces al preguntarnos de qué murió el Padre Luis, ha sido éste:  “Murió de felicidad.”

 

            Al pasar, en la fracción de un segundo, de la normalidad más absoluta a cadáver, quedó con una sonrisa en los labios.  No se le apreció estertor sensible, fuera de un ligero carraspeo después de decir:  “No, nada, sueño.”

 

            Cuando, días después, también en San Sebastián de Garabandal, las niñas me dijeron que la Virgen les había dicho que el P. Luis había visto a la Virgen y el Milagro, cuando gritó:  “Milagro, milagro” en los pinos, y que les iba a hablar, y más cuando presencié el primero de los diversos diálogos que han tenido hasta la fecha con él, todas las escenas de aquellos momentos dolorosos de la madrugada del día 9 de agosto de 1961, se cubrieron para mi de una especial significación en la que la Providencia de Dios y el Amor de María, jugaban un importantísimo papel.

 

            De nuevo las palabras del P. Royo Marín, comentando las últimas que pronunció el Padre Luis en este mundo:  “Este es el día más feliz de mi vida.” El P. Royo María nos dijo:  “Verdaderamente que el día de llegar a los brazos de Dios es el más feliz de la vida.”

 

            Ese día fue el 9 de agosto de 1961 y la hora las 4:20 de la madrugada, regresando de San Sebastián de Garabandal.

 

(hasta aquí, el testimonio de D. Rafael Fontaneda. Continúa el P. Ramón).

 

            Téngase presente

 

            Las niñas son de 11 y 12 años.  Su edad psicológica, como si fueron de 8 o 9 años. Por eso, al explicar algunos de estos hechos dicen:  “No hay voz como ella…”  Las llamadas son:  “Como si dijese, corre, corre, pero por dentro, sin palabras.” En todas estas descripciones están todas totalmente de acuerdo.

 

            Besos

 

            Durante sus visiones, se ve a las niñas que besan algo.  De sus gestos y por su posteriores explicaciones, las niñas besan a la Virgen, al arcángel San Miguel y al Niño.  También son besadas por ellos.  Al Niño, como hemos dicho ya, lo toman a veces en sus brazos.  El gesto de besar, ser besadas, tomar el Niño o las coronas, son completamente definidos.

 

           Un testigo presencial nos dice:  “No he visto, en todos los numerosos trances que he presenciado, una acción simultánea de besar dos niñas o tres a la vez, sino sucesivamente.”  “Solo he visto hacerlo simultáneamente cuando el beso no era dado sino lanzado de lejos, o cuando el beso va dirigido a diferente persona.  V. gr. Virgen y Niño, o Angel.”

 

            

            Qué les enseña la Virgen

 

            Desde el comienzo de las visiones, son varios las consejos y recomendaciones que las niñas han recibido.  Aquí van sin orden cronológico, como piezas sueltas recogidas de cuanto hasta el presente ha sucedido.

 

            Modestia

 

            La modestia de las niñas en su manera de andar, de correr, de mirar, en sus movimientos, etc.  Va siendo una especie de cumplimiento del consejo varias veces repetido a ellas por la Virgen.  El consejo es el de “ser modosas.”

 

            No les gusta que la gente venga con escotes grandes, que las mujeres fumen, etc.  Ya hemos recordado cuando una de las niñas no quiso sacarse una fotografía con una señora, porque tenía el escote grande.

 

       

            Desprendimiento de la fama

 

            Cuando llega el comienzo de la tarde, las niñas suelen ir al prado a veces desde la mañana--o se encierran en sus casas, sin salir más que de forma esporádica y rápida.  Dicen que la Virgen les dice que estén en casa; prescinden del público, en general.  No demuestran inquietud ninguna, si, después de venir mucha gente, no hay visión  y el público tiene que ir desilusionado.  La razón por la que les gusta que venga gente es “para que crean.”

 

            Véase este fragmento de una Visión del día 8 de agosto:

 

            “Iba a hacer la señal de la cruz pero tengo la mano sujeta.  (Se la estaban sujetando fuertemente).  Sí, como tú quieras--como tú mandes--no tengo más--no hemos dado ninguna prueba y la gente no cree--si quieres, a la hora que sea, voy--no lo sé, pero como estoy muy a gusto, no quiero saberlo--nunca lo pensé yo--cuando tú quieras y como tú quieras--Lo mismo me da ir a todos los lados ahora mismo a todos los lados--(donde había tenido apariciones).  Porque nos tiraban piedras los críos y no nos querían creer--lo oí decir a la gente que es una enfermedad nuestra que tenemos un mal--que más nos da si estás contenta con nosotras, lo mismo nos da--dicen que estamos malas.”

 

            Conocimiento de personas

 

            Entre los varios casos de que he tenido noticia, pongo a continuación uno que yo mismo he presenciado.

 

            1º―El día 4 de septiembre, a la noche, llegó mi hermano a Garabandal.  Venía de América.  Al llegar nos saludaron dos de las niñas, Jacinta, y María Dolores.  Les dije que mi hermano había venido de América para verlas a ellas.  Según estábamos hablando, vino Conchita en estado de trance.  Entró en casa de Ceferino, se puso frente a nosotros y se santiguó.  Subió al primer piso--todo en estado de trance--y allí, respondió a las preguntas que le hacían las otras niñas.

 

             

            “¿Quién ha venido?”

            “El Padre Andreu y un hermano suyo.”

            “¿De dónde ha venido?”

            “De Caracas.

            “¿Dónde está?

            “Aquí uno y ahí otro. Este es rubio.”

 

            Según los datos que poseemos, la niña Conchita no sabía que el padre Andreu hubiera venido de Caracas, aunque posiblemente sí, que había venido de América, ni conocía el detalle de que fuera rubio. Al preguntarle yo después, que cómo lo supo, me respondió que se lo dijo la Virgen.

 

            Otro tipo de conocimiento

 

            En una ocasión las niñas se ponían de rodillas en estado de trance y rezaban un Señor mío Jesucristo ante cada persona.  Al llegar ante un niño o una niña pequeña, como hasta los 7 años, rezaban una salve en vez del Señor mío Jesucristo.

 

            Una de las niñas videntes, santiguó a un grupo de personas excepto a una.  Esta persona quedó, de momento, desconsolada.  El señor Párroco preguntó a la niña, en estado normal, por qué no le había santiguado.  La niña respondió que la Virgen le había dicho que era el único que se había santiguado por la mañana.  Se constató preguntando al grupo y resultó ser así.

 

            Una persona, buena, que había venido y que estaba sumamente indiferente ante lo que veía, entregó a tercera persona un crucifijo para que se lo diera a las niñas y éstas lo dieron a besar a la Visión.  Todo fue en trance; duró la escena unos dos o tres minutos.  Esta tercera persona lo puso en manos de la niña y ésta se le dio a besar a la Visión.  La tercera persona alargó la mano para recibirlo de la niña, la cual haciendo un movimiento brusco, pasó su brazo por encima de su hombro y lo entregó, de espaldas, al propietario del crucifijo directamente, que quedó visiblemente emocionado.

 

            Una señora pidió con mucho interés que preguntaran a la Virgen si su esposo creía en Dios.  La respuesta fue:  “Sí, cree en Dios.  En la Virgen muy poco pero ya creerá.”  De hecho el esposo de la señora era protestante, vivía en Madrid.

 

            El día 8 de agosto, perdió la niña María Dolores, el rosario de decena del mencionado padre Luis, del tamaño de una medalla.  Lo perdió en el trayecto que va desde el Pinar a la iglesia.  Al caer en la cuenta que lo había perdido, se lo preguntó a la Virgen, y al día siguiente lo encontró.

 

            El día 15 de agosto, llevando una de las niñas un rosario que yo le había entregado, al devolverlo después se observó que faltaba la cruz.  Se había desprendido y perdido.  Ante lo imposibilidad de encontrarla, ya que había podido ser en cualquier parte del pueblo, opté por dejarlo.  Al cabo de 20 días, el día 5 de septiembre, dije a las compañeras que preguntasen a la Virgen por la cruz del rosario.  Así lo hicieron.  Yo oí el diálogo en que lo preguntaban y cómo se iba concretando el sitio exacto donde estaba la pequeña cruz.  Al terminar el trance, inmediatamente y sin ninguna vacilación encontraron la cruz en una de las calles, bajo una piedra, entre el barro.

 

            Conocimiento de conciencias

 

            Vi que de repente una de las niñas en estado de trance, de rodillas fue directamente a una persona.  Esta persona se fue retirando, pero la niña vidente, siempre de rodillas, la acorraló en una esquina.  “Allí sonrió la niña y después de breves momentos, la niña marchó.  La impresión que esta escena causó en la persona a quien había seguido la niña, fue tan grande que superó a lo que parecía debiera ser normal.  La explicación me la dio la misma persona al contarme que estando angustiada por el pensamiento de si sus confesiones estarían bien hechas pidió así a Dios y a la Virgen:  “Si mis confesiones pasadas están bien hechas, haz que la niña venga a mi.”  En el mismo momento de terminar su plegaría mental, la niña, desde el otro extremo del desván, se dirigió a ella de rodillas sin atender a las demás personas.

 

(Continuará 2ª parte)

 

 

A. M. D. G.  et   B. M. V.

Ad Maiorem Dei Gloriam  et  Beatae Mariae Virginis

A Mayor Gloria de Dios y de la Bienaventurada Virgen María.

 


 

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