Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 327
Las Apariciones del Ángel en Fátima
Los tres pastorcitos de Fátima
Lucía, Francisco y Jacinta
Fue en la primavera de 1916 que se apareció el Ángel por primera vez en la cueva "Loca do Cabeço":
Dice Lucía:
Subimos con el ganado al cerro en busca de abrigo, y después de haber tomado nuestro bocadillo y dicho nuestras oraciones, vimos a cierta distancia, sobre la cúspide de los árboles, dirigiéndose hacia el saliente, una luz mas blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un joven transparente y mas brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol. Al acercarse más, pudimos discernir y distinguir los rasgos. Estábamos sorprendidos y asombrados:
Al llegar junto a nosotros dijo:
-- "No temáis. Soy el Ángel de la Paz. ¡Orad conmigo!"
Y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo. Le imitamos llevados por un movimiento sobrenatural y repetimos las palabras que oímos decir:
-- "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman".
Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo:
-- "Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras suplicas".
Y desapareció. Tan intima e intensa era la conciencia de la presencia de Dios, que ni siquiera intentamos hablar el uno con el otro, permanecimos en la posición en que el Ángel nos había dejado y repitiendo siempre la misma oración. No decíamos nada de esta aparición, ni recomendamos tampoco el uno al otro guardar el secreto. La misma aparición parecía imponernos silencio.
Segunda aparición del Ángel:
Ocurrió a mediados del verano, cuando llevábamos los rebaños a casa, hacia mediodía, para regresar por la tarde. Estábamos a la sombra de los árboles que rodeaban el pozo de la quinta Arneiro. De pronto vimos al mismo Ángel junto a nosotros:
-- "¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! ¡Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!"
-- ¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté.
-- "De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados por los que Él es ofendido, y de suplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe"
Estas palabras hicieron una profunda impresión en nuestros espíritus como una luz que nos hacía comprender quién es Dios, cómo nos ama y desea ser amado, el valor del sacrificio, cuanto le agrada y como concede en atención a esto la gracia de conversión a los pecadores. Por esta razón, desde ese momento, comenzamos a ofrecer al Señor cuanto nos mortificaba, repitiendo siempre la oración que el Ángel nos enseñó.
Tercera aparición del Ángel:
Fue en octubre o a fines de septiembre, pasamos un día desde Pregueira a la cueva Loca de Cabeço, caminando alrededor del cerro al lado que mira a Aljustrel y Casa Velha. Allí decíamos nuestro rosario y la oración que el Ángel nos enseñó en la primera aparición.
Estando allí, apareció por tercera vez, teniendo en sus manos un Cáliz, sobre el cual estaba suspendida una Hostia, de la cual caían gotas de sangre al Cáliz. Dejando el Cáliz y la Hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces esta oración:
-- "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los pobres pecadores".
Después, levantándose, tomó de nuevo en la mano el Cáliz y la Hostia. Me dio la Hostia a mi y el contenido del Cáliz lo dio a beber a Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo:
-- "Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios."
De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros hasta por tres veces la misma oración: "Santísima Trinidad" y desapareció.
Durante los días siguientes nuestras acciones estaban impulsadas por este poder sobrenatural. Por dentro sentimos una gran paz y alegría que dejaban el alma completamente sumergida en Dios.
A. M. D. G. et B. M. V.
Ad Maiorem Dei Gloriam et Beatae Mariae Virginis
A Mayor Gloria de Dios y de la Bienaventurada Virgen María.