Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 74
Don Juan Alvarez Seco.
Testigo excepcional de las Apariciones.I
Primera Parte.
Juan Álvarez Seco.
Testimonio de D. Juan Alvarez Seco.
Primera parte.
Durante las Apariciones, D. Juan Alvarez Seco fué brigada de la Guardia Civil, jefe de la sección de Puentenansa, demarcación a la que pertenece San Sebastián de Garabandal.
Dice Don Juan:
Cuando estaba próximo a mi ascenso a Brigada, decía para mí:
-- No quisiera ser destinado por la parte Norte.
Se comprende que la Divina Providencia dispuso que fuera destinado a Santander, por lo que más tarde medité y reconocí que mi destino estaba en el Norte y especialmente en los límites de las provincias de Palencia, Asturias y Santander, en Rionansa.
El primero de Abril de 1961, me hice cargo de la Línea de la Guardia Civil de la referida demarcación, y cómo no, con muchas recomendaciones por parte de mis Jefes, como una cosa especial, y con tacto, puesto que mi antecesor había tenido que salir para otro destino por orden de la Superioridad y en beneficio del servicio. Llevaba sólo dos meses en mi destino, por lo que apenas había tenido tiempo suficiente para conocer la demarcación asignada.
Los sucesos que me propongo narrar dan principio el 18 de junio de 1961.
Algo maravilloso ocurre en mi demarcación, de lo que me doy cuenta el día 20 del mismo mes, en ocasión en que me encontraba en visita del Médico Dr. D. José Luis, sorprendido a su vez por las noticias que acababan de darle dos mujeres de San Sebastián de Garabandal, quienes manifestaban haberse aparecido el Arcángel San Miguel a cuatro niñas.
Creo que en aquel momento no sé si al Sr. Médico le pedí la receta que me iba a dar para mi oído, objeto de la consulta, porque me da la impresión de que ya no llegué a necesitarla, puesto que oí perfectamente las manifestaciones de aquellas señoras.
Trasladándome seguidamente al Cuartel, para ponerlo en conocimiento al cabo D. José Fernández Codesido, al que ordené que lo antes posible se trasladara a San Sebastián de Garabandal y se informara de las cuatro niñas en relación con el caso que nos ocupa.
El mencionado cabo me informó a su regreso que, efectivamente, todas ellas han coincidido en la misma aparición del Angel. Las protagonistas resultaron ser:
Conchita González González de 12 años de edad y huérfana de padre.
María Dolores Mazón González de igual edad que la anterior e hija del Presidente de la Junta Vecinal de San Sebastián, Sr. Ceferino.
Jacinta González González, también de 12 años, tiene padres y hermanos.
María Cruz González Barrido, la más pequeña del grupo, de 11 años.
Las cuatro videntes informaron, por separado, al cabo Fernández que:
-- Ellas se hallaban jugando a las «canicas» a la entrada de la Calleja llamada la «Ventura» junto a un pequeño huerto adjudicado al Sr. Maestro de la Escuela, huerto en el que había un manzano lleno de fruta, lo que a las niñas llamó la atención, y como cosa de criaturas cogieron manzanas del árbol, como es natural, para comérselas, no dándole importancia alguna por ser cosa de niñas.
Pero en cuanto a las apariciones creí conveniente poner en antecedentes a mis superiores. Pero siguiendo los consejos del cura-párroco, don Valentín Marichalar, retrasé esta información unos días, en espera de nuevos acontecimientos.
El día 21 de dicho mes de junio decidí ir a visitar al cura-párroco, al que encontré en el camino en el coche del Indiano, con el fin de dirigirse a Santander para entrevistarse con el Sr. Obispo. Lo que me obligó a regresar apresuradamente al cuartel y remitir por mediación de un guardia una nota informativa a mi Jefe Superior, informándole de todo lo ocurrido en Garabandal.
Al siguiente día 22, me dispuse de nuevo a subir a Garabandal con mi ordenanza para informarme personalmente sobre los hechos allí acaecidos.
Garabandal es una pequeña aldea montañesa, compuesta por unos 70 vecinos aproximadamente. Resulta grande o inmensa por la innata cordialidad de sus moradores.
Enclavada en las estribaciones de los Picos de Europa y próxima a Peña Sagra, limita esta zona con las provincias de Asturias, Palencia y Santander. Para llegar hasta Garabandal hay que subir un duro camino que arranca de Cosío. Serpentea por la montaña durante siete kilómetros hasta alcanzar el pueblo.
Actualmente se sube facilmente por la carretera que se construyó después. El antiguo camino tenia algunos repechos dificiles para vehículos debido al barro y las piedras por lo que se subia frecuentemente a pie o en vehículos todo terreno.
Durante mi acceso a la pequeña localidad pude apreciar un paisaje maravilloso, que me hizo recordar los «Belenes» que en época navideña se hacen en Cataluña. Ya en el pueblo, observé cómo corrían por las calles el agua, las gallinas, los cochinillas... sin que faltaran ovejas, cabras y vacas con sus tintineantes esquilas y cencerros.
Las costumbres de sus habitantes son primordialmente religiosas.
Jamás olvidan, bajo pretexto alguno, el rezo del Angelus, tan pronto como el reloj señala las doce horas (mediodía). Por la tarde rezan el santo rosario dirigido por el cura-párroco, y en su ausencia, por la Maestra o por la viuda Maximina. Al entrar la noche, la mujer de Simón y madre de la vidente Jacinta sale por el pueblo con un farol y una campanilla, y recuerda a todos los moradores las últimas oraciones de la jornada.
Los domingos, después de haber oído la Santa Misa en la Iglesia humilde y antigua, se toman un poco de descanso. Por la tarde, la juventud se reúne debajo de uno de los porches, y cantan y se divierten al son de una pandereta, destacando el respeto y honestidad en sus voces y movimientos.
Se observa el curso de un riachuelo que recoge las aguas de las lluvias y que atraviesa la plaza y el pequeño puente que lo cruza en direccion al pórtico de la Iglesia. Este puentecillo, cuando era atravesado por varias niñas juntas en extasis, si alguna quedaba fuera de el, caminaba sobre el "aire" sin caerse.
Ya en el pueblo, como he dicho, acompañado de mi ordenanza, Celemín.
Mi ordenanza, Celemín, me presentó a una vecina llamada Valentina, mostrándose dicha señora muy amable, reflejando en su rostro una expresión de bondad y cariño, y tratándome como si me conociera ya de antemano.
Sin hacerse rogar, me manifestó que:
La primera aparición había tenido lugar el domingo, día 18, después de que las niñas salieran de rezar el santo rosario y asistieran al Catecismo en la Iglesia.
Una vez libres para sus juegos, decidieron ir a la Calleja de la Ventura, desprendiéndose de una de las que les acompañaban, o invitando a otra a que subiera con ellas para jugar a las canicas, cosa que hicieron como también coger unas manzanas del árbol del huerto del Sr. Maestro, quien, viendo que el árbol se movía, encargó a su esposa se enterara de lo que ocurría, pues creyeron se trataba de las ovejas que estaban en el manzano.
Al oír, las cuatro se echaron a reír y nada pasó. Una vez saciadas y con alguna fruta en los bolsillos, sienten los primeros remordimientos de conciencia, y la reacción de las niñas fue culpar al diablo por lo que habían hecho; y, en todo furor, cogieron todas ellas sendas piedras, arrojándolas hacia un rincón con todas sus fuerzas, donde creyeron que estaba el diablo riéndose de ellas. Una vez tranquilas, se dispusieron a salir del mentado huerto para volver a sus juegos.
Fue entonces cuando Conchita vió aparecerse de pronto a una figura muy bella, pequeña, y con alas muy relucientes, y señalando hacia la aparición decía:
-- Ahí... ahí...
Las restantes niñas, al ver a Conchita en semejante posición trataron de correr para avisar a su familia, porque creían que le había dado un mareo, momento aquel en que las demás también se extasiaron viendo al Angel en esta posición, todas gritaron:
-- El Angel.
Unos niños que jugaban también en la calleja las apedrazaron, y fue cuando el Angel las llevó más arriba, en la Calleja, a unos 50 metros.
Una vez allí, en posición de rodillas y mientras veían al Angel y le escuchaban, quiso pasar por entre ellas un vecino que venía de arriba de la montaña con un panal para la miel, y al ver que no se separaban para dejarlo paso, se molestó por no dejarle pasar, ignorando de lo que se trataba.
Una vez pasó en dirección al pueblo, se extrañó de que las niñas continuaran en la posición que las había visto. Cuenta el narrante que en toda la noche no pudo dormir, pensando que algo raro había visto; lo que explicó a su mujer, la que respondió que se trataba de cosas de niñas.
Durante esta primera aparición, el Angel encargó a las cuatro niñas que cada día fueran al mismo sitio a rezar el santo rosario y que él estaría con ellas.
Las niñas asustadas y llorosas fueron hacia la Iglesia para rezar y más tarde a manifestarlo a sus respectivas familias. La reacción de los familiares, temiendo que sus hijas les mintieran, era contraria a que tuvieran que ir al siguiente día a la Calleja.
La única que se opuso fue la madre de Conchita; pero al insistir las demás niñas, quiso disimular para que fuera con ellas a la Calleja, prometiéndole que se fueran las tres y que Conchita iría después para unirse a ellas.
La señora Valentina decía que:
-- vale más que vean al Angel que no otra cosa peor.
Varias mujeres las espían y, al ver que es cierto lo que ellas manifestaban, se produjo gran revuelo en el pueblo; lo anunciaron a todos, y convencidos y sin que persona alguna se burlara, acudieron a la Calleja para presenciarlo.
A partir de este día yo estaba contento y ordené se pusiera una pareja de vigilancia en Garabandal; la noticia corrió por todos los pueblos limítrofes, y a diario se desplazaban gentes a Garabandal, lo que motivó que se intensificara la vigilancia.
Después de la tercera o cuarta aparición del Angel, pasaron ocho o nueve días sin nuevas apariciones, por lo que la gente llegó a desconfiar.
Después de esos días volvió a aparecer el Angel y cada día se encontraban en Garabandal de 500 a 3.000 peregrinos para presenciarlo.
Recuerdo que las videntes decían que tenían tres llamadas. A la primera, dicen, que experimentaban una sensación de alegría del pecho a la garganta, y lo mismo con la segunda. Pero cuando ya tenían dos llamadas se les notaba, pues se ponían muy nerviosas y se colocaban un suéter, como si tuvieran que ir a la Iglesia.
Después de varias apariciones del Angel, llegó a San Sebastián de Garabandal un maestro para dar lecciones de las asignaturas suspendidas al hijo del Indiano Etaquio, y este maestro, por intercesión del cura párroco don Valentín, tenía que estar pendiente y acompañar a las videntes durante su aparición, para escuchar las charlas que sostenían con el Angel y tomar nota.
La gente que subía para ver las apariciones, se decía si las hipnotizaban o las daban píldoras y otras cosas por el estilo.
Después de una aparición, me participa un compañero, Sargento de la Guardia Civil que, al terminar el éxtasis de Conchita, el maestro se la había llevado a casa del Indiano; y que va a resultar que cuanto dice la gente es verdad, y afirman que es el maestro que les da las píldoras.
Acto seguido me trasladé a casa de Etaquio, el Indiano y, efectivamente, compruebo que el maestro está en una habitación con Conchita.
Le preguntó el objeto del caso y me responde que, por encargo de don Valentín, al terminar la aparición se informa por la vidente de lo que han conversado con el Angel y qué es lo que quiere, para después hacer como una especie de informe y darlo a don Valentín para su entrega al Sr. Obispo.
No falta quien dice que Conchita se pone de acuerdo con las otras y marchan a la misma hora a la aparición, que es la que influye en las demás.
Dicen igualmente que es una enfermedad; es cuando a petición del padre de María Dolores reclaman la presencia del Médico don José Luis, titular de la comarca, y sube en compañía del Alcalde y del Presidente, y las recluyen en el bar de Ceferino; las introducen en el cuarto donde Ceferino guarda el pan, y las reconoce el Médico.
Recuerdo que a medida que eran reconocidas, salían disparadas para ir después a la Calleja y estar en la visión del Angel.
El médico dice que las niñas están epilépticas y enfermas; que todo lo que pasaba es debido a la enfermedad que tienen.
Pero yo veo que las videntes están la mar de bien y que cada día están más guapas y más sanas; mientras que los padres y hermanos presentan un aspecto de cansancio, y sus rostros, como si entuvieran agotados físicamente, denotan falta de sueño y reposo.
Se ordena por el Cura párroco y otros que se las separe de dos en dos, para comprobar si todas ellas acuden a la misma hora a la aparición.
Efectivamente, cuando sucede la última aparición salen las cuatro de distinto lugar coincidiendo en el Cuadro a la misma hora. Las cuatro niñas salen del éxtasis con la misma facilidad con que entraron. Estaban más contentas y absolutamente normales
Cuantos contemplan las escenas quedan impresionados, todos quieren tocarlas el pelo y las mujeres besarlas, gracias a la pareja que las custodia hasta que se disuelve la aglomeración.
El sábado, 24 de junio la gente que había de cuantos lugares tenían noticias los sucesos, deambulaba por el pueblo.
En el lugar de la aparición se levantó un cerco de madera para evitar que las videntes fueran maltratadas a pinchazos, y que fueran rodeadas sólo por los curas y quitaran la vista a los demás, y a fin de evitar también las avalanchas del público para no presionar a las videntes.
Al terminar la aparición se trasladaron a la sacristía de la iglesia para explicar a don Valentín lo que habían visto y también a otros observadores desconocidos.
Días 24 y 25 de junio:
Mucha más gente que en días anteriores, varios sacerdotes y médicos. Durante el éxtasis un médico quiso levantar a Conchita, y por el exceso de peso que, por lo visto, experimentaba cuando se hallaba en tal estado, se le cayó desde regular altura dando con las rodillas en el suelo, produciéndose un buen crujido.
Al terminar y examinar a las niñas se observaban claramente las marcas de la caída de Conchita, de pinchazos, golpes y arañazos que a manera de pruebas habían hecho algunos a las videntes, sin que ellas acusaran el menor dolor ni hubieran hecho la menor expresión cuando se las produjeron.
De nada se enteraban, ni del mundo exterior; y pasado el éxtasis tampoco les dolía; sólo les quedaba señal.
Día 1 de julio. Sábado:
Numerosísima concurrencia de todas clases mezclada con médicos. Sobre las siete de la tarde se produce la aparición. Duró unas dos horas.
Al terminar, las niñas dicen que fue muy corta, que duró solamente dos o tres minutos. En aquella posición es humanamente imposible permanecer tan sólo unos pocos segundos y menos todavía, con expresión angelical. Esta vez el Angel les dijo que, al día siguiente, verían a la Virgen.
Continúa en la Segunda Parte ...
A. M. D. G.