Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 75

 

Don Juan Alvarez Seco.
Testigo excepcional de las Apariciones.

II

Segunda Parte.

Juan Álvarez Seco.

 

Testimonio de D. Juan Alvarez Seco.

Segunda Parte.

Día 2 de julio. Domingo:

La Calleja se encontraba repleta de gente que rezaba el rosario. Todos querían presenciar el éxtasis.

A mi lado se encontraba el segundo Jefe del Salto de Nansa, Sr. Rocha, que había subido al Dr. Morales y Dr. Piñal, ambos nombrados de la Comisión por el Sr. Obispo Fernández, y recuerdo que me dijo el Sr. Rocha:

-- Esta tarde las videntes no subirán al Cuadro para ver la visión.

Le respondí que:

-- En las cosas divinas no tenía el menor poder médico alguno.

Le acerqué a la curva de la callejuela y comprobé que se encontraban a mitad de la misma. Permanecí en espera a que subieran al Cuadro para impedir el doctor que se produjera la aparición, con la sorpresa del Sr. Rocha de que las videntes subieran al Cuadro, sin que fuera molestado por la potencia del Dr. Morales.

Todas ya, de rodillas, iniciaron el primer misterio del Rosario, y acto seguido tuvieron la visión. Llegó al lugar el Dr. Morales y dijo:

-- Esto ya está visto.

O sea, que el doctor no había podido lograr evitar la aparición.

Las cuatro videntes lanzaron un grito a la vez, diciendo:

-- La Virgen.

En principio creyeron que fuera Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, y después se oyó, que era Ntra. Sra. del Carmen, porque tanto el Niño Jesús como la Virgen llevaban en sus manos el escapulario.

La Virgen estaba rodeada de seis ángeles, contados por la Conchita que se oía perfectamente.

También decía Conchita:

-- ¡Qué Ojo!.

A la derecha de la Virgen apareció como un cuadro de fuego. Después de la visión se pudo saber que era la Sma. Trinidad, en forma de Ojo. Representa a Dios que todo lo vé.

Destacaba la rigidez de las videntes con lágrimas en sus ojos y muy demacradas con cara de cera. Siendo la que más lloraba Mari Cruz, a la que un médico cogió por la garganta para apartarla de la mirada al frente, y no pudo conseguirlo; pero sí oí un chasquido de torcedura muy grande; creí que la hubiera causado daño; sin embargo, nada le había sucedido.

Cuando las videntes llevaban un rato en la visión, su rostro era ya más tranquilo, su posición, frente a los pinos:

A la derecha, María Dolores; le seguía Conchita y a continuación Jacinta. A la izquierda y a mi lado estaba Mari Cruz; todas tenían en sus manos rosarios y cuentan a la Virgen lo que hacen en sus faenas de casa, lo que se oye perfectamente.

María Dolores enseña los dientes, pues se supo después que la Virgen había dicho que tenía unos dientes muy bonitos. A continuación Conchita con la boca poco torcida y abierta muestra a la Virgen que tiene una muela picada.

También se comprende que las pregunta la Virgen cómo es el cura, y responden que don Valentín es muy feo, pero muy bueno. El propio don Valentín pudo oír estas palabras y muchos de los estábamos junto a ellas. Le decía a la Virgen que pedía por los Guardias Civiles que las protegen mucho de los curiosos y evitan de que les hagan daño.

 

También le piden a la Virgen que les deje la corona, y al final cede la Virgen y se ve cómo la recogen y se la pasan de una a la otra.

También Conchita pide a la Virgen que le deje una de las estrellas que lleva la corona para que se la ponga ella en la cabeza y los presentes lo vean, y puedan creer en las apariciones, mas la contestación de la Virgen es:

-- Que ya lo creeremos.

Las videntes describen a la Virgen de esta manera:

-- Vestido blanco, manto azul, corona de estrellas doradas, manos estiradas, con un escapulario marrón , pelo largo y castaño no oscuro y raya en medio; cara muy bonita. Aparenta unos 17 años y es más bien alta, afirmando las cuatro que su voz es inconfundible y muy melodiosa.

 

A partir de estos momentos he presenciado muchas apariciones y he sido testigo además de los éxtasis, de centenares de marchas extáticas, corriendo velozmente en este estado por las calles del pueblo, e incluso algunas veces lo hacían de espaldas.

Cuando corrían a encontrarse, unas extasiadas y las otras normales, a la que estaba en éxtasis no se le podía alcanzar, incluso algunos del pueblo trataban de correr sin poderlas alcanzar, incluso las videntes en estado normal no podían alcanzar las que estaban en éxtasis.

Así mismo he sido testigo muchas veces de cómo en pleno éxtasis y una vez besados los objetos por la Virgen, los devolvían a sus propietarios sin equivocación alguna.

Algunos, después de haber besado sus medallas, se las entregaban a otras personas para que las dieran a las videntes a fin de que la Virgen las besara de nuevo; pero se oía decir que ya estaban besados y que por eso no los besaba por segunda vez.

Alguien entregaba anillos sellos y no eran besados; sólo besaba los anillos esponsales, y éstos eran entregados muchas veces a los propios dueños entre mucha gente, y sin equivocarse con otros que llevaban en las manos.

He conocido a las videntes «muy feas», pero cuando están en éxtasis tienen una cara bonita y muy angelical; también las he visto caer y pegar con la cabeza en una piedra, sonar un fuerte golpe y dolerme a mí más que a ellas, porque nada les pasaba.

Los fenómenos habidos han sido por espacio de tanto tiempo y con tal frecuencia, en el transcurso de una jornada se daban dos y tres éxtasis, que resulta casi imposible enumerarlos y relatarlos todos.

Ello me obliga a recordar tan sólo algunos casos y cosas vividos por mí, aun cuando en mi mente recuerdo tanto y con tal exactitud, que no olvidaré mientras viva si Dios así lo quiere.

Las videntes en el Cuadro, muy serias y pendientes de lo que la Virgen estaba encomendándoles. A alguna se le caían lágrimas muy grandes. Mientras que los presentes también recibíamos esta emoción. Al terminar el éxtasis de las cuatro niñas y en un completo silencio anuncia el Padre don Valentín:

-- La Virgen ha dado a las videntes un mensaje, que no lo pueden decir al Sr. Cura, ni a sus padres, ni al Sr. Obispo.

Al siguiente día tienen que subir ellas solas a los pinos, por encargo de la Virgen y que no haya persona alguna, y para que esto sea vigilado proponen las videntes que les acompañen dos pequeñas, tan pequeñas que tendrían sólo tres años y que apenas se daban cuenta del caso.

Recuerdo que a mí me dijo María Dolores:

-- Brigada, usted y mi padre pueden estar cerca, pero a unos 100 metros a la derecha de los pinos, y también el cura con dos religiosas a la izquierda de los pinos, también a unos cien metros, y el resto de la gente, bien retirada.

Así lo hicimos y se pudo observar cuándo estaban en el momento del éxtasis, porque al llorar mucho las videntes, las pequeñas se asustaron y daban voces de llanto. Después se supo que el fin de estar las videntes solas es porque la Virgen tenía que hacerlo constar en el mensaje para el 18 de octubre de 1961.

Con cajones de fruta hicieron un pequeño altar, cogieron flores del campo y lo montaron al pie de los pinos muy bien preparado, muy bien preparado por ellas, que lo hicieron en toda la mañana.

Un día la Virgen se apareció a las videntes en los pinos, lo que fue presenciado por un Guardia Civil de Reinosa y por un amigo suyo que habían subido para ver algún éxtasis, y manifestaron los testigos que Conchita decía a la Virgen:

-- pero no te haces daño con esas cañas.

porque se aparecía la Virgen en la parte alta y entre dos pinos. Entre los mismos se hallaba la hija de Primitiva, llamada Elvira y otro del pueblo.

En las primeras apariciones de la Virgen a las videntes, después de dar muchos rosarios y medallas a besar, Conchita muestra sus coletas a la Virgen, en ademán de ofrecérselas.

Los médicos, que sólo subieron un día, acuerdan con el Sr. Obispo de llevarla a Santander; y da la casualidad que el día anterior, como yo no podía estar para ver las apariciones, ordené a los Guardias que observaran ese día, para que, a mi regreso de Santander, me expliquen lo sucedido.

El 27 de julio se llevan a Conchita a Santander para meterla en un convento; y que las niñas que encuentran pensionadas en el mismo la sacarían por la ciudad para distraería, con el objeto de que se la pasara la enfermedad que ellos creían tenía.

Yo regreso a PuenteNansa y llamo a la pareja para que me explique lo que había sucedido ese día de mi ausencia. Y me informan que:

-- A la una horas (13 h.) a las tres videntes, Mari Cruz, Jacinta y María Dolores se les apareció el Angel San Miguel, y fueron las tres videntes las que dijeron al Angel que daba pena que este día, al aparecerse la Virgen en Garabandal, Conchita no la vería. Y les dijo el Angel a las tres que Conchita vería a la Santísima Virgen en Santander, a la misma hora que ellas en Garabandal.

El siguiente día sobre las ocho de la mañana recibo en Puente-Nansa una llamada telefónica del Brigada de la Guardia Civil encargado de la Comandancia, Crecencio, y me dice:

-- ¿Qué fue lo que ocurrió en Garabandal en el día de ayer?.

A las 13 horas le dije:

-- El Angel se ha aparecido a Mari Cruz, Jacinta y María Dolores y les ha dicho que Conchita tendría la visión de la Santísima Virgen en Santander a la misma hora que ellas.

Confirmando mi compañero Crecencio que, efectivamente, Conchita había tenido por la tarde en Santander la aparición de la Virgen junto a la verja del Convento.

Un joven que yo había visto en Garabandal, a donde había subido para presenciar las apariciones y que conocía perfectamente a las cuatro videntes, me confirmó que al ver a Conchita en Santander, en unión de varias nenas, por encima del túnel que va de una de las calles a la Estación Férrea, caminando hacia el Convento, Conchita cayó en éxtasis en plena calle.

Cuando la madre de Conchita regresó a Garabandal decía que su hija estaba enferma y que por esto tenía las visiones en Garabandal; que todo era mentira, que se lo habían anunciado no sé qué autoridades eclesiásticas.

Estando yo cerca de la fuente donada por Etaquio a Garabandal, dos vecinas del mismo pueblo decían a la madre de Mari Cruz que todo era falso; de no haberme encontrado en aquel lugar habría habido pelea por parte de la madre de Mari Cruz; mas nada pasó afortunadamente.

Llegó Serafín de la corta de leña en Navarra preguntando a su madre por Conchita y ésta le contesta que está en Santander. Serafín encarga a su madre que la hija regrese a casa.

 Ya en Garabandal, Conchita, jugando por la tarde en su casa con una vecina, nieta de la señora Primitiva, oye la voz de la Virgen que Conchita reconoce y se le ocurre mirar debajo de su cama por si estuviera allí la Virgen porque no la veía.

La Virgen encargó a Conchita que al siguiente día fuera con sus amiguitas videntes a la visión. Cuando las cuatro estuvieron juntas, Conchita les dijo que no salieran de Garabandal cuando las quisieran llevar.

Lo que me contó Conchita cuando le cortaron las coletas:

Dijo que la llevaron a una peluquería donde había dos dependientas y el ama, y una de las dependientas fue a cortarla el pelo y no podía, o es que estaba nerviosa y, que al final, el ama a puro trance se lo cortó; y Conchita en vez de sentirlo, sonreía y decía:

-- Ahora estoy más guapa.

Ella había cumplido lo que yo comprendía de que un día había prometido ofrecer las coletas a la Virgen; esto creo yo, puesto que ella, con la visión en Garabandal, no hacía más que ofrecérselas a la Virgen.

Enterada la madre de María Dolores de que al regreso de Santander había dicho la madre de Conchita que las videntes estaban enfermas y que todo era mentira, dijo a su hija (sin que lo supiera su padre Ceferino) que cuando tuviera la llamada no fuera a la visión; y llegó la hora y María Dolores fue a la Calleja y estuvo poco rato el Angel en la visión, un solo minuto y terminó el éxtasis y regresaba a casa llorando.

Al verla su padre le dijo:

-- Ya te ha dicho tu madre algo; ¿qué es lo que te ha pasado, que vienes llorando?.

María Dolores contesta que:

-- había estado poco tiempo con el Angel porque su madre le había dicho que no era verdad lo de las apariciones.

Las piedrecitas besadas por la Virgen:

María Dolores sale extasiada de su casa por la Calleja hacia los Pinos; y al salir de la calleja se queda de rodillas, le hacemos un corro, encontrándose a mi lado el Padre Ramón Andréu; vemos cómo María Dolores coge piedras y las da a besar a la Virgen y dice:

-- Esta piedra es para una amiga suya o familia que se encuentra en Cádiz.

Coge otra y hace lo mismo y la ofrece para otra que también se encuentra fuera de Garabandal, y coge otra y no dice nada, dejándola en el suelo; pero la cogí yo y me la guardé en el bolsillo de la sahariana.

María Dolores continúa hablando con la Virgen y se comprende que la Virgen le pide la última piedra que ha besado y le pide a Loli que se la muestre. Loli, mirando hacia arriba y tocando con la mano sobre el suelo, no encuentra la piedra; colocamos dos o tres a su lado, las toca y no hace caso de ellas; pero el P. Andréu dice:

-- Brigada, saque del bolsillo esa piedra que usted se ha guardado y póngala en el suelo.

Obedezco y acto seguido parece que la Virgen le dice que ya está en el suelo; Loli toca varias piedras y entre ellas la que yo le puse; la coge y se la muestra a la Virgen y ya queda tranquila; la deja nuevamente en el suelo de donde vuelvo a recogerla y guardarla.

Al terminar el éxtasis le pregunto si la piedra que yo me había quedado y la que ella buscaba la tenía ofrecida a alguien, respondiéndome negativamente, por lo que me quedé con la piedra.

El día que una autoridad subió a Garabandal en unión de don Emilio Valle y sus hijas.

Aquel día las hijas de don Emiliano me dieron varias medallas para que yo las entregara a María Dolores y ésta se las diera a besar a la Virgen; así lo hice. María Dolores tuvo la aparición en los Pinos. Recuerdo un caso curioso y es que María Dolores se encontraba caída en el suelo, boca arriba, hablando con el Angel y decía:

-- Si tú no me ayudas yo no puedo levantarme.

En este momento vi cómo Loli extendía el brazo y fue incorporándose poco a poco hasta la posición de sentada, al igual que si uno cualquiera le hubiera dado la mano y lentamente le hiciera incorporarse hasta dicha posición.

Subí por la tarde a Garabandal y al llegar me salió al encuentro el Indiano Etaquio y me dice:

-- Brigada, si usted hubiera subido más pronto habría presenciado y escuchado la voz de la Virgen.

Y al pasar por casa de Jacinta, se encontraba ésta con María Dolores a la puerta. Me llaman con una gran alegría y me dicen:

-- que esta mañana, el Dr. don Angel Domínguez Borreguero Director del Manicomio Provincial de Salamanca les había dejado el micro para que registraran la voz de la Virgen.

Entonces me fui al mentado Dr. Domínguez para que me informara, el cual me dijo que:

-- la cinta donde están grabadas las palabras de que la Virgen no quiere hablar se la mostraría a usted pero estamos expuestos a que por una pequeña avería se borre.

El acompañante del Dr. Domínguez era don Gerardo Pleya, Catedrático de la Universidad de Salamanca; ambos se hallaban veraneando en Llanes (Asturias) y, al enterarse de las apariciones, acudieron a Garabandal. Si ellos quieren, pueden dar testimonio.

Día 25 de julio de 1961, festividad de Santiago Apóstol.

Este día tenía una pareja en la Calleja, y otra frente a la casa de Conchita. Las cuatro videntes jugaban en el prado de una cerca y serían aproximadamente las siete y media de la tarde. El cielo estaba completamente libre de nubes.

De pronto se formó una nube muy negra encima de Piedra Sagra, y al mismo tiempo se vio un rayo muy grande de arriba abajo. Las videntes cayeron de rodillas con gran temor. El trueno fue muy estrepitoso; las niñas con la vista extasiada hacia arriba.

Tuve que apaciguar los gritos de la madre de Mari Cruz, y todos permanecimos en silencio; y hay quien dijo muy serio, sin darlo importancia, que había visto sobre la luna una figura o dos como viste el Santo Padre.

Cuando el Exmo. Dr. D. Doroteo Fernández y Fernández publicó la primera nota del Obispado recomendando que los curas se abstuvieran de subir a Garabandal, estos subían vestidos de paisano.

 Recuerdo que, extasiada Conchita, le decía la Virgen:

-- Hay tres curas en el pueblo.

Conchita decía que sólo había uno; y se oyo decir a Conchita:

-- Hay tres.

 Llegó hasta dos paisanos que estaban observando; al final se acercaron para informarse bien, y los dos paisanos se identificaron como lo que eran, sacerdotes; sólo que vestían de paisano en vistas de la prohibición del Sr. Obispo. El caso es que ya no volvió a encontrárselos en el pueblo.

También se presentaron otro día dos Alféreces del Cuerpo de Aviación; yo les reconocí y nada quise decir, pero las videntes supieron por la Virgen que eran capellanes.

El día 12 de octubre de 1961 recibí la Cruz a besar, separadamente por las cuatro, como una felicitación de la Virgen por ser el día de mi Patrona y acudir esa tarde a Garabandal.

Día 17 de octubre de 1961.

Víspera del Primer Mensaje.

Subí con catorce parejas a mis órdenes, para mantener el orden la misma víspera del 18.

Extasiada Conchita se acercó a mí, y a mí sólo me dio a besar la Cruz, lo que para mí significaba una esperanza de que todo saldría bien

A pesar de la enorme cantidad de personal que subió al pueblo y a pesar de la lluvia torrencial que se sucedió durante todo el día, no pasó la menor desgracia.

Calculé en Garabandal de unos doce mil a quince mil personas; y de ochocientos a mil automóviles y sin accidente alguno, lo que fue para mí una gran sorpresa.

Yo estaba junto a las videntes, cuando del pecho sacaron una carta escrita que don Valentín abrió y leyó. Los presentes pedían que se leyera más fuerte, y pude oír claramente que las cuatro videntes le decían todas al mismo tiempo (lo de la carta) y sin equivocarse. Luego la leyó un voluntario con voz fuerte.

El primer Mensaje dice:

Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Visitar al Santísimo. Pero antes tenemos que ser muy buenos. Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande.

Todos los que ese día subieron al pueblo, esperaban ver el sol en plena noche como en Fátima. En realidad se hizo lectura de un grave mensaje, que hoy tiene una importancia considerable. Es así que lo he comprendido.

 

Continúa en la Tercera Parte ...

 

A. M. D. G.

 


 

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