Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 76
Don Juan Alvarez Seco.
Testigo excepcional de las Apariciones.III
Tercera Parte.
Juan Álvarez Seco.
Testimonio de D. Juan Alvarez Seco.
Tercera Parte.
Lo que ocurrió el día 18 de marzo.
Subiendo este día para Cosío me encontré con mi amigo Fidelín, quien me invitó a subir a su coche y acompañar al P. Jesús Silva, fundador de la Ciudad de los Muchachos de Orense, al que acompañaba otro padre cura más joven y un muchacho enfermo del corazón.
Los tres subieron a Garabandal y el primer contacto que tuvieron fue con la vidente María Dolores, en éxtasis sobre las 23:45 h. Cuando la visión pasaba al siguiente día, 19 de marzo de 1961, extasiado se acerca al mostrador del bar; toma un lápiz del cajón y sobre la pared de la cocina apoya la estampa y escribe lo que le dijo la Visión:
-- La Virgen felicita al Padre José.
Según informó el mentado padre, él no había dicho a nadie cómo se llamaba, y que para él había sido una emoción recibida como prueba maravillosa. Además en el momento su semblante era pálido por la prueba que acabada de recibir.
Más tarde nos trasladamos a casa de Conchita.
Todo se encontró abierto para la
Hora Santa.El P. Silva la habla sobre una Hora Santa, y contestó Conchita que eso qué era, y fue cuando el P. Silva se lo explicó y se acordó hacer una Hora Santa en la Iglesia; pero nos faltaba la llave del templo y la del Sagrario para dar la Sagrada Comunión, y don Valentín dormía en casa de la señora Primitiva.
El señor Matutano, de Reinosa, el Brigada y un servidor fuimos al cura. Para que nos conociera le hablé yo, le pedimos la llave de la Iglesia y nos dijo que no la daba, a pesar que daba la Hora Santa el P. Silva.
Regresamos a casa de Conchita Matutano y yo, y Maximina dice podemos acercarnos a la Iglesia por si estuviera abierta. Una veintena fuimos con Conchita y María Dolores; recuerdo que estaban presentes los Marqueses de Santa María.
Encontramos la puerta del templo abierta, pero nos faltaba la llave de la sacristía para conseguir la del sagrario. Mas el P. Silva encontró el sagrario abierto y la sacristía cerrada, por lo que pudo hacerse la Hora Santa por todos los presentes y, además, en cruz, y comulgando casi todos los asistentes.
Fue maravilloso; esto bien lo saben los Marqueses de Santa María y Matutano y otros que yo no puedo recordar. Agregando que nos dijo el P. Silva que lo de Garabandal todo era verdad.
Lo sucedido al Sr. Damián con una cruz.
El Sr. Damián, de Barcelona, había dado una cadena con una medalla y una diminuta cruz de oro a Conchita para que cuando estuviera en éxtasis la diera a besar a la Virgen.
Conchita tiene la visión y todos la seguimos, y en la puerta de la iglesia vemos cómo da a besar a la Virgen todos los objetos de Damián, y después le coloca la cadena al cuello, extasiado, y regresamos para casa de Conchita; el Sr. Damián notó que sólo tenía la medalla y que le faltaba la cruz de oro.
Cuando Conchita se encontraba fuera del éxtasis y en estado natural, el Sr. Damián le dijo que le faltaba la cruz.
Respondió Conchita:
-- Pues es verdad, que me dijo la Virgen que estaba caída a la puerta de la iglesia.
En mi presencia y la de varios, vimos cómo una cosa tan diminuta se podía encontrar, aun cuando a nosotros nos dijeran en la puerta de la iglesia está; sin embargo Conchita fue derecha al sitio y la recogió, no sólo en mi presencia sino en la de los que allí se encontraban.
Mis gafas y la señal de la Cruz.
El Brigada que suscribe se hallaba junto a la cocina de Conchita, y varios curiosos, en espera de ver en aparición a Conchita; de pronto se queda extasiado; y entre todos se dirige al Brigada y con la Cruz va a persignarme.
Comienza diciendo:
-- Por la señal ...
En ese momento se para al tocarme en las gafas y me las pide; de momento no accedí, mas ella espera que se las diera a la mano. Entonces, a petición de los presentes se las di, pero con el temor de que me las rompiera; las coge, las cierra y me las devuelve.
Me persigna como yo jamás lo hubiera hecho; nuevamente me pide las gafas, me las coloca en el rostro como yo tampoco me las he puesto. Mientras viva, creo que cada vez que me persigne, lo recordaré. La Virgen le dijo que me quitara las gafas para así persignarme mejor.
Uno de los recuerdos que más guardaré en la memoria mientras viva, es un santo rosario besado por la Virgen, y dos cuadros también besados que obran en poder de dos personas.
Uno de los días que fui por Cabezón de la Sal a recibir impresiones y órdenes de mi Capitán, y después me trasladé a San Vicente de la Barquera a saludar a mi buen amigo y compañero Expósito, nos encontramos en un bar, y pude ver en la pared varios calendarios con figuras un tanto inmorales.
En medio de aquellos calendarios había una estampa de la Virgen de Fátima; veía que aquello no guardaba relación; le pedí al dueño del bar me diera la estampa; pero no, no me la dio. Me dio una de San Miguel, y luego me hice con la de Fátima.
En Garabandal, mientras un día estaba María Dolores en éxtasis, di la estampa a su compañera Jacinta, que se hallaba en estado normal, para que se la entregara a María Dolores y la diera a besar a la Virgen. La chica cumplió mi encargo, y cuando María Dolores devolvió la estampa ya besada por la Virgen, Jacinta le preguntó:
-- ¿Quién está en la estampa?.
-- No sé, respondió María Dolores.
-- Pues pregúntaselo a la Señora, inquirió Jacinta.
Así lo hizo María Dolores, y a los pocos segundos respondió:
-- La Virgen dice que en las estampas está la Virgen de Fátima y el Angel San Miguel.
No puede imaginarse el lector lo emocionante que resultó para mí aquella escena. Hoy las estampas se encuentran en poder de mi amiga y bienhechora Julia de Costa, y de su cieguita, hija de un cabo de la Guardia Civil, quienes todos los días ruegan por la humanidad, que buena necesidad tiene de la protección de Dios.
¡Ay que ver qué fea te han puesto, tan bonita como tú eres!.
Una tarde llegó a Garabandal un matrimonio con un buen amigo, que ya había estado presenciando una aparición, y que había dado una medalla para que la besara la Virgen; pero éste volvió con la duda de que la medalla no estaba besada.
Recuerdo cómo sucedió el caso:
Fue en el bar de Ceferino; el Pintor, que es el amigo que vino con el matrimonio, entrega dos medallas suyas. Una es como las corrientes de la Virgen, y la otra en forma ovalada en la que en una cara decía «Alicia» y en la otra una cruz; también entrega otra medalla; las tres se las da a María Dolores.
Esta, al cogerlas y ver que en una cara dice «Alicia» y en la otra hay una cruz, queda toda extrañada porque no encuentra cómo es la Virgen y no queda muy conforme, pero accede a darla a besar. Y cuando ya está en éxtasis, mostrando la medalla del Pintor a la Virgen, la dice:
-- Ay que ver qué fea te han puesto, tan bonita como tú eres.
La otra medalla que se creía no estuviera besada, cuando oye por sus propios oídos que la Virgen dice a Mari Loli que estaba besada, cambia de rostro quedando muy pálido y todo emocionante.
Más fuerte fue para la mujer del pintor que, de haberse acostado como quería, pues era por la tarde, se hubiera perdido la dicha de la aparición que todos sentimos. Para ella significó una prueba que sabrá tener en cuenta.
Yo he visto a Conchita suspendía en el aire horizontalmente.
Una de las apariciones que más me han impresionado:
Fue la que tuvo lugar en la cocina de la casa de Conchita, en la que también estaba mi buen amigo el
Dr. Ortiz, quien también puede explicar innumerables apariciones, un Padre llamado don José Ramón Vázquez y un seminarista de Reinosa y otros varios.Conchita quedó extasiada; daba unas medallas a besar a la Virgen diciendo:
-- no llego.
Se deduce que la Virgen insistía en besarlas, y Conchita repetía:
-- no llego, no puedo.
Jacinta sin estar en éxtasis, también lo presenciaba. Conchita le decía a su amiga:
-- Salta tú, porque yo no puedo llegar.
Entonces se intentó coger a Conchita y levantarla con toda fuerza, pero fue inútil. Ni siquiera se la pudo mover ni despegar los pies del suelo, dando la sensación de que pesaba miles de kilos.
Sin embargo Jacinta se acercó a ella y con sus escasas fuerzas, sin ayuda de nadie, logró levantar a Conchita. Aquello me dejó perplejo.
Pero aún hay algo más sorprendente que jamás olvidaré:
Me encontraba junto a la puerta de entrada en la cocina, y a mi derecha el Dr. Ortiz, el P. de Llanes, Asturias, y otros más. Conchita había caído extasiada en el suelo, boca arriba; de pronto la vi cómo tenía todo el cuerpo horizontal completamente separado del suelo.
Quise comprobarlo pasando la mano por entre el cuerpo de Cochita y el suelo, pero no pude porque todo fue cosa de segundos. Hago constar que para mí no ha lugar a dudas. Creo que tampoco lo olvidaré mientras viva.
Me entrega uno de los cinco anillos.
En otro éxtasis, Conchita tiene encima de la mesa de la cocina cinco anillos de esponsales, de oro. Uno creo que era del Sr. Ortiz y otro de su esposa, los demás no recuerdo. Los coge, da a besar a la Virgen y los deja sobre la mesa.
Viene hacia mí, y creyendo que vendrá a darme a besar la cruz, como al igual que las demás videntes lo hacían siempre que se encontraba en Garabandal, me entrega uno de los cinco anillos diciéndome:
-- tome, para que se lo lleve a Barcelona.
Dicho anillo pertenece a una hermana de Paquita Olivella, de Barcelona, la que según me ha manifestado lo vio relucir un día. En esta ocasión se hallaba presente el cura párroco que había sustituido al anterior don Valentín.
Quitó las gafas al Sr. Cura para persignarle.
Este día decía Conchita a la Virgen:
-- Ha venido un Sr. Cura que viene a relevar a don Valentín.
Después también quitó las gafas al Sr. Cura para persignarle. Para ser el primer día que subía a Garabandal, recibió buenas pruebas; y según me informaron, cuando de nuevo vino don Valentín y el otro regresó a su destino, creo que el Sr. Obispo le dijo:
-- Le había mandado para desvirtuarlo, o cosa parecida, y resulta que viene más convencido de las apariciones que las propias niñas.
El día de Nuestra Señora, Santo de Conchita, todas felicitaron a la Virgen, y más tarde se les veía jugar extasiadas a encontrarse.
La Virgen quiere se vista cn modestia.
Una de las veces, recuerdo, que Jacinta se aparece con un camisón o bata. Se comprende que la Virgen le dijo que iban muy cortas de falda. Yo veía a Jacinta en la visión y al mismo tiempo se recogía un poco el camisón porque le arrastraba, y más o menos ya lo indicaba la Virgen cómo tenía que ser. Hoy es un escándalo con la mini-falda.
Hija, ¿cómo llevas el abrigo nuevo?. Si tienes la aparición de la Virgen, como está el tiempo y las calles lo vas a manchar.
Lo presencié yo un domingo.
Me encontraba por la tarde cerca de la casa de Conchita, y oigo decir a su madre:
-- Hija, ¿cómo llevas el abrigo nuevo?. Si tienes la aparición de la Virgen, como está el tiempo y las calles lo vas a manchar.
Conchita se dirigía hacia la Iglesia, y a la altura de la casa de una señora sorda y junto a la casa de Loli, Conchita se quedó extasiada, y cayó al suelo apoyando la palma de la mano derecha donde llevaba el crucifijo, y se la veía sonreír.
Se incorpora derecha, pero con la vista fija en la visión; da media vuelta y se encarrila para su casa; y otros, como yo, detrás de ella; la vemos entrar en casa y dirigirse a la sala de aseo encontrando la palangana sin agua. Baja a la cocina; debajo de la mesa hay un botijo y comprueba que está vacío; sale con él a la calle; frente a su casa hay una fuente con dos caños.
Sigo tras ella, baja los dos peldaños que hay, llena el botijo, regresa a casa, echa agua en la palangana, se lava y también lava el crucifijo que se había manchado.
Cambia el abrigo nuevo por otro más usado, haciendo caso de lo que su madre le había encargado. Vuelve a la Iglesia extasiada y allí reza una oración, y se queda extrañada al verse cómo se había cambiado el abrigo, y sonríe.
Jacinta estuvo varios días en cama a consecuencia de la gripe, con bastante fiebre.
Sus padres le habían advertido que mientras tuviera fiebre no se levantara de la cama. Pero Jacinta, mientras estuviera en cama no vería a la Virgen.
Recuerdo que al enterarme de que estaba en cama fui a verla, y en un momento en que yo hablaba con sus padres, ella se escapó a la calle, y tan pronto salió a la puerta quedó extasiada, en sus labios se notaba una sonrisa y su semblante parecía angelical.
También por entonces María Dolores estuvo afectada de gripe.
Fui a verla; me contó que antes tenia mucho miedo a los guardias.
Le pregunté el por qué de tal miedo. Me refirió que Jacinta y ella quitaron un martillo, lo vendieron por una peseta y se compraron una pastilla de chocolate y se la comieron.
Después pensaban siempre que la Guardia Civil asomaba por el pueblo que iba a por ellas. Decían ellas:
-- Ya vienen por nosotras.
También entraron en un huerto y arrancaron nabos; sorprendidas por el ama trataron de esconderse detrás de un carro y les decía el ama:
-- No os escondáis, que ya os he conocido; cuando venga la Guardia Civil os llevará.
Ahora, como los Guardias las escoltan y las protegían ya no les tenían ese miedo. Yo les dije si todas aquellas cosas las habían confesado, y me contestaron que sí, que hacía mucho tiempo.
Continúa en la Cuarta Parte ...
A. M. D. G.