Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 125

 

Madre de Dios y Madre nuestra (4).

Historias bellísimas de las Apariciones.

 

Mi Hijo, por medio de este Beso que yo he dado aquí, hará prodigios, repártelos a los demás.

En muchos capítulos de esta historia hay numerosos testimonios que confirman que se ha cumplido y continúa cumpliéndose esta promesa de la Santísima Virgen. En este precioso relato, Conchita nos cuenta cómo fue este encuentro con la Santísima Virgen.

El sábado 13 de Noviembre de 1965, tuvo Conchita su última aparición en Garabandal.

Escribe Conchita:

Estando un día en la iglesia, la Virgen me ha dicho en una locución que la vería el 13 de Noviembre en los Pinos. Me dijo que esta sería una aparición especial para besar objetos religiosos y repartirlos después, ya que tienen gran importancia.

 ¡Yo estaba con grandes deseos de que llegase ese día, para volver a ver a quien ha sembrado en mí la felicidad de Dios!

Estaba lloviendo, pero a mi no me importó. Subí a Los Pinos y llevaba conmigo muchos rosarios que hacía poco me los habían regalado para repartirlos; y, como me había dicho la Virgen en la locución, los llevé para que los besara.

Subiendo sola a Los Pinos iba diciéndome, como muy arrepentida de mis defectos, que  no caería más en ellos, porque me daba apuro presentarme delante de la Madre de Dios sin quitarlos.

Cuando llegué a Los Pinos empecé a sacar los rosarios que llevaba; y estándolos sacando, oí una voz muy dulce, la de la Virgen, que se distingue entre todas, y me llamaba por mi nombre. Yo le he contestado:

-- ¿Qué?

Y en ese momento la he visto con el Niño Jesús en brazos. Venía vestida como siempre y muy sonriente. Yo le he dicho:

-- Ya he venido a traerte los rosarios para que los beses.

Y Ella me ha dicho.

-- Ya lo veo.

Yo traía masticando un chicle, pero cuando la estaba viendo dejé de masticarlo y lo he puesto en una muela. Y Ella ha notado que lo traía, y me ha dicho:

-- ¿Conchita, por qué no dejas tu chicle y lo ofreces como un sacrificio por la gloria de mi Hijo?

Y yo con vergüenza, me lo he sacado y tirado en el suelo.

Después me ha dicho:

-- ¿Te acuerdas de lo que te dije el día de tu santo de que sufrirás mucho en la tierra?, pues te lo vuelvo a decir. Ten confianza en Nosotros y lo ofrecerás con gusto a Nuestros Corazones, por el bien de tus hermanos. Porque así estarás más unida a Nosotros.

Yo le he dicho:

-- Que indigna soy, Oh Madre nuestra, de tantas Gracias recibidas por Vos, y todavía venir hoy a mi para sobrellevar la pequeña cruz que ahora tengo.

Ella me ha dicho:

-- Conchita, no vengo solo por ti, sino que vengo por todos mis hijos, con el deseo de acercarlos a Nuestros corazones.

Y me ha pedido:

-- Dame, para que pueda besar todo los que traes.

Y se lo he dado. Llevaba conmigo una Cruz y la ha besado, y después me ha dicho:

-- Pásala por las manos del Niño Jesús.

Y yo lo he hecho y El no ha dicho nada. Yo le he dicho:

-- Esta Cruz la llevaré conmigo al convento.

Pero no me ha dicho nada. Después de besarlos me ha dicho:

-- Mi Hijo, por medio de este beso que yo he dado aquí, hará prodigios, repártelos a los demás.

Claro, yo así lo haré. Después de esto me ha pedido le diga las peticiones para los demás, que me habían encomendado. Y yo se las he hecho. Y me ha dicho:

-- Dime, Conchita, dime cosas de mi hijos, a todos los tengo bajo mi manto.

Yo le he dicho:

-- Es muy pequeño, no cabemos todos.

Ella se ha sonreído.

-- ¿Sabes, Conchita, por qué no he venido yo el 18 de Junio a darte el Mensaje para el mundo? Porque me daba pena decíroslo yo, pero os lo tengo que decir para bien vuestro y gloria de Dios si lo cumplís. Os quiero mucho y deseo vuestra salvación para reuniros en torno del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Verdad, Conchita, que tu me responderás?.

Y yo le he dicho:

-- Si estuviese siempre viéndote, si; pero si no, no lo se, porque soy muy mala.

-- Tu pon de tu parte todo y Nosotros te ayudaremos, como también a mis hijas, Loli, Jacinta y Maria Cruz.

Ha estado muy poco. También me dijo:

-- Será la última vez que me veas aquí, pero estaré siempre contigo y con todos mis hijos.

Después añadió:

-- Conchita, ¿Por qué no vas a menudo a visitar a mi Hijo al Santísimo. Por qué te dejas llevar por la pereza, no yendo a visitarle, cuando Os está esperando de día y de noche?

Como ya he escrito, estaba lloviendo mucho, y la Virgen y el Niño Jesús no se mojaban nada. Yo, cuando los estaba viendo no me daba cuenta de que llovía, pero cuando dejé de verlos estaba mojada.

Yo he dicho:

-- ¡Ay, que feliz soy cuando os veo! ¿Por qué no me llevas contigo ahora?.

Y me ha contestado:

-- Acuérdate de lo que te dije el día de tu santo: al presentarte delante de Dios tienes que mostrarle tus manos llenas de obras hechas por ti en favor de tus hermanos y para gloria de Dios, y ahora las tienes vacías.

Y nada más. Se ha pasado ese feliz rato que he pasado con mi Mamá del Cielo y mi Amiga, y con el Niño Jesús. Los he dejado de ver pero no de sentirlos.

De nuevo han sembrado en mi ánimo una paz y una alegría y unos grandes deseos de vencer mis defectos para conseguir amar con todas mis fuerzas, a los Corazones de Jesús y de María, que tanto nos quieren.

Anteriormente, la Virgen me ha dicho que Jesús no mandaba el Castigo para hacernos sufrir sino para reprendernos de que no le hacemos caso y por ayudarnos. Y el Aviso nos lo manda para purificarnos, para hacernos ver el Milagro con el cual nos muestra claramente el amor que nos tiene; y por eso el deseo de que cumplamos el Mensaje.

 

La Virgen besa el misal de Mari Loli.

María Josefa Herrero, Marichu, conversa con Loli antes de la Aparición:

Dime, Loli:

-- ¿Qué Virgen es la que ves tú?.

-- No hay más que una Virgen, aunque pueda tener diferentes advocaciones, como Virgen del Carmen, Virgen del Rosario, Virgen del Pilar.

-- Pero, ¿cómo es la Virgen que tú ves?

Loli hizo una vez más la descripción de la Virgen que ella y sus compañeras habían visto tantas veces, y concluyó con entusiasmo:

-- Pero no hay nada como sus ojos. No se parecen a nada ni a nadie en el mundo. Yo no soy capaz de describirlos, sólo puedo decir que son tan bellísimos, que una no puede hacer otra cosa que mirarlos.

 

Horas después de esa charla, hacia la una y media de la noche, llegó el éxtasis de Loli:

Cayó de rodillas allí en la cocina, pegada casi a la pared de la izquierda; su cara estaba verdaderamente transfigurada y sus cabellos caían sobre las espaldas de forma muy bonita; sus ojos miraban absortos hacia arriba, hacia el techo, de donde pendían ristras de ajos, cebollas y chorizos.

Era una escena del todo doméstica y, sin embargo, llena de encanto, de elevación sobrenatural.

Durante el éxtasis, Loli se levantó y estuvo dando a besar a la visión, como tantas otras veces, muchos objetos que habían puesto allí los visitantes.

Hubo aquella noche una especial atención para los misales de mano. Era emocionante ver cómo la Aparición parecía ir besando estos misales página por página, deteniéndose especialmente en algunas; también besaba las hojitas y estampas que había en ellos.

Supimos después que la Virgen hablaba a la niña sobre los dueños de aquellos objetos que besaba, dando incluso algún mensaje personal, como en el caso de una joven mejicana que había allí, para la cual hubo algo sobre la muerte de su padre.

Cuando el largo éxtasis hubo acabado, yo pude acercarme a Loli y le dije:

-- Loli, cuando tú pasabas las hojas del misal, las pasabas demasiado a prisa; me temo que la Virgen las haya besado también un poco precipitadamente.

-- ¡Oh, no!, replicó en seguida la niña con la mayor viveza. La Santísima Virgen no lo ha hecho precipitadamente, Ella todo lo hace bien.

 

¡Con una expresión angelical en su cara!

Dice Inocencio Cosío:

¿Cómo puede una niña estar en éxtasis durante tres horas?. Es algo que merece ser estudiado, por la forma en que sucedía. ¿Por qué el Doctor Morales cree ahora tan firmemente y es un defensor ferviente de las Apariciones?.

El Doctor Morales dio una conferencia en el Ateneo de Santander y dijo con firmeza que él cree. ¿Por qué, siendo un hombre de tan reconocido prestigio, no se estudiaron mejor las Apariciones?.

Cosas como estas no se ven en esta vida. Yo soy un hombre corriente, pero para mí lo que pasó aquí es cosa de Dios y no hay otra explicación posible. Son los hechos más maravillosos de los que fui testigo. Recuerdo la emoción de la gente cuando bajaba del pueblo; una tal emoción no se puede explicar a menos que se hayan vivido esos momentos en que se sentía la presencia de la Virgen con las niñas en éxtasis.

Durante una Aparición que duró unas tres horas, las niñas iban en éxtasis e iba mucha gente detrás de ellas. Después de un rato, las niñas se separaron, y Conchita, todavía en éxtasis, quedó sola. Con su cara mirando al cielo y su cabeza totalmente doblada hacia atrás, con los brazos extendidos en forma de cruz, empezó a correr por el pueblo, muy rápida, cosa que ella hizo en varias ocasiones.

Se movía a tal velocidad que nadie intentó seguirla. La gente prefirió quedarse. Solo un hombre y yo, que tenía entonces 31 años, corrimos detrás de ella. Cuando la alcanzamos, ella ya había llegado a la puerta de la Iglesia, que estaba cerrada. Allí paró y se arrodilló.

Después de rezar en la puerta de la iglesia, se levantó y salió rápida hacia el puentezuco que allí había y se cayó en tierra donde una piedra grande que había allí. Ella estaba allí con una expresión angelical en su cara. Me acerqué a ella para ver mejor esa cara de ángel y la oí decir:

-- ¡Espera un poquito mas, solo un poquito mas!. ¡Qué bien ...!

Tan feliz estaba allí con la Virgen. Era maravilloso ver a las niñas en éxtasis, felices con la Virgen.

Desde allí, ella se levantó y se empezó a mover y, sin tocar el suelo con sus pies, la vimos caminar por el aire unos diez metros, con su cara mirando a lo alto y sus brazos extendidos. No estaba muy separada del suelo, unos 25 centímetros, y de una manera maravillosa.

Fue una de las cosas mas maravillosas e impresionantes que he visto; su porte, su forma de andar y la expresión de su cara eran del todo admirables.

Allí todo sucedía de un modo que no se parece en nada a lo que se pudiera hacer, incluso si se pudiese hacer naturalmente, porque la expresión y belleza de su rostro y su vivencia interior eran de una alegría que a todos nos llenaba de emoción porque era la Virgen quien la llevaba. Toda la gente que estuvo allí esa noche estaba muy emocionada por lo que vieron.

 

Continúa... (5)

 

 

A. M. D. G.

 


 

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