Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 176
Madre de Dios y Madre nuestra (5).
Historias bellísimas de las Apariciones.
Jacinta y Loli durante una marcha extática.
Palabras que el Papa Pablo VI dijo al Padre Escalada S.J. sobre las Apariciones de la Santísima Virgen María en Garabandal:
"Es la historia más hermosa de la Humanidad desde el Nacimiento de Cristo. Es como la segunda vida de la Santísima Virgen en la tierra, y no hay palabras para agradecerlo."
Madre de Dios y Madre nuestra (5).
Los sucesos relatados aquí son vivencias inolvidables de testigos de las Apariciones. En ellos se ve el amor inmenso de la Santísima Virgen, como Madre nuestra que es.
La felicidad de las niñas en sus éxtasis, al estar con nuestra Madre del Cielo, se ve en estos dos textos. Uno es de Conchita, el otro del P. Luis María Andreu S.J.
Dice Conchita:
La primera vez que vimos a la Virgen, se nos apareció de repente.
-- Venía con dos Ángeles y el Niño Jesús, y había un Ojo encima de todos, con mucha luz.Siempre se nos aparecía de repente, solo que unas veces traía el Niño y otras no. Su postura más habitual era estar con los brazos abiertos y extendidos, mirándonos:
-- Sus ojos eran ¡muy dulces y misericordiosos!, más bien grandes. Parecía como si no mirara a la cara, ni al cuerpo, ¡sino al alma!.
Su mirada es muy difícil de describir.
-- Hace a uno amarla más y pensar más en Ella. Mirándola a la cara, nos hace felices del todo, y mirándonos Ella, todavía más. Cuando nos hablaba, nos miraba, y también cambiaba de mirada durante la conversación.
Su voz:
-- es muy dulce y armoniosa, se oye por los oídos, aunque sus palabras penetran en el corazón; es como si metiera la voz dentro. ¡Hablaba con voz clarísima y dulcísima!.
Alguna vez se rió, además de sonreírse, que era lo habitual.
-- Se oía su risa, como sus palabras; pero la risa era más no sé qué que el habla. ¡No sé explicar su risa!. Nunca sabré explicarla, era muy hermosa.
Nos besaba casi todos los días, y salía de Ella. Eran besos de despedida en ambas mejillas. Alguna vez le pedí que me dejara besarla, y otras veces la he besado sin pedírselo.
Cuando terminaba de ver a la Virgen:
-- Salía como del Cielo, con muchas ganas de amar a Jesús y a María, y de decir de Ellos a la gente, ya que eso es lo único que nos puede alegrar: hablar y escuchar de la Virgen.
Quiero a la Virgen como si fuera mi madre. Con Ella se puede hablar de todo. ¡Quién viviera en aquellos tiempos que veíamos a la Virgen tantas veces!. Aunque tuviéramos que quedarnos sin dormir, no nos importaba. ¡Éramos muy felices!.
La Virgen, muchas veces, no nos miraba precisamente a nosotras, sino más lejos, a la gente que había detrás. Cambiaba a veces de semblante; pero sin dejar de sonreír. Yo le preguntaba:
-- ¿A quién miras?.
Ella me decía:
-- Miro a mis hijos.
El Padre Luis, después de ver a la Santísima Virgen y el Milagro, dijo:
Me siento verdaderamente lleno de alegría, de felicidad. ¡Qué regalo me ha hecho la Virgen!. ¡Vaya suerte tener una Madre así en el Cielo!. No debemos tener ningún miedo a la vida sobrenatural. Hemos de aprender a tratar a la Virgen como lo hacen las niñas. ¡Ellas nos han dado ejemplo!. Yo no puedo tener la menor duda sobre la verdad de sus visiones. ¿Por qué nos habrá escogido la Santísima Virgen?. Hoy es el día más feliz de mi vida.
Madre de Dios y Madre nuestra (1).
Signarse y Santiguarse.
Dice el catecismo que el cristiano debe hacer la señal de la Cruz al levantarse, al salir de casa, al comer y al dormir.
En una ocasión, una de las niñas videntes fue santiguando a todas las personas que tenía entorno, excepto a una. El párroco preguntó después a la niña por qué no la había santiguado, y la niña respondió que:
-- la Virgen le había dicho que aquella persona era la única de los presentes que se había santiguado por la mañana.
Preguntando a todos, se constató que así había sido en efecto.
Angustiada por las dudas sobre sus confesiones.
Un señora había llegado a Garabandal muy angustiada con el pensamiento de si sus confesiones no estarían bien hechas. Por eso había rogado a Dios y a la Virgen:
--
Si mis confesiones pasadas están bien hechas, que la niña venga claramente a mí.Apenas había formulado mentalmente su petición, la niña salió de rodillas hacia ella, sin atender a ninguna otra persona.
Esta se retiraba con toda deliberación, hasta que la niña, que mantenía su mirada fija en lo alto, la acorraló en una esquina; allí le sonrió muy dulcemente durante unos momentos, y luego la dejó. La respuesta había sido maravillosa.
Un señor pide la conversión de su yerno.
Un señor, de rodillas, pedía mentalmente por la conversión de su yerno. Según estaba así con su oración, sólo conocida de él, se le acercó una niña en trance y le dijo al oído la palabra "sí", que algunos de los más próximos oyeron.
Cuando se preguntó a la niña, por qué había dicho aquel "sí", ella respondió:
-- La Virgen me dijo: "Aquí tienes a un hombre; dile que sí".
Mi marido, ¿cree en Dios?.
Una señora pidió con mucho interés a la niña vidente que preguntara a la Virgen si su marido creía en Dios. Después del éxtasis conoció la respuesta:
-- En Dios, sí cree; en la Virgen, muy poco; pero ya creerá.
Dicho señor era protestante.
La Santísima Virgen quiere se rece el Rosario todos los días.
Cierto día, la Virgen encomendó a una niña que rezase el rosario en la iglesia al terminar la visión, pero se encontró con la iglesia cerrada. Entonces comenzó el rezo a la puerta, y la niña entró de nuevo en éxtasis, y la Virgen le dijo que rezase más fuerte para que el público respondiera.
Fue un hermoso rosario por las calles del pueblo:
La niña, en éxtasis, iba delante, dirigiendo en voz alta, y el público respondía. La niña no contaba las avemarías que iba rezando, pero no se equivocó de número en ningún misterio, porque la Virgen le decía siempre cuándo era el gloria y también le enseñó los misterios del Rosario.
Al cabo de veinte días aparece la cruz.
El día 15 de agosto, una de las niñas rezó el rosario por uno que le habían dado; al devolverlo después, se observó que le faltaba la cruz, se había desprendido y perdido. Era inútil buscarla por aquellas calles, callejas y caminos.
Al cabo de veinte días, el 5 de septiembre, le dijeron a la niña, que preguntase a la Virgen por la cruz de aquel rosario. Se pudo oír el diálogo en que le preguntaba, y cómo se iba concretando el sitio exacto. Al concluir el trance, fue sin ninguna vacilación al sitio indicado, y allí apareció la crucecita, bajo una piedra, entre el barro.
Los objetos besados.
Las niñas en éxtasis no veían a la gente, en todo momento eran guiadas por la Visión. Era maravilloso ver cómo devolvían los objetos besados por la Virgen a sus dueños sin equivocarse nunca. La Santísima Virgen las guiaba.
Cuando van a meter por la cabeza un rosario o cadena, ya besados por la Virgen, suelen decir:
-- "Tómame tú las manos y llévamelas, que yo no la veo".
Entonces el movimiento es mucho más rápido y preciso. Los casos han sido muy numerosos.
La Virgen no besó la estampa hasta que se confesó.
Entregaron a una de las niñas cinco estampas, para que las besase la Virgen. La vidente fue dándolas una a una a la Visión, excepto una, que parecía no querer recibir. La propietaria de dicha estampa, muy emocionada y llorando dijo a un sacerdote que se quería confesar.
Más tarde volvió a entregar su estampa a una niña. Cuando tuvo éxtasis, después de estar escuchando a la Virgen y sonreír, ofreció en primer lugar aquella estampa para que fuese besada.
La misma persona a quien todo esto sucedió fue quien quiso se diese a conocer este suceso a la gente.
Obediencia a los sacerdotes.
El señor párroco, don Valentín, fue un día a casa de Conchita y le dijo:
-- Mira, no es posible que a estas horas tengamos que estar todos esperando. Te doy un cuarto de hora: en este tiempo te iré avisando tres veces, y el último aviso, si antes no ocurre nada, será para que te vayas a la cama. Este es el primer aviso, y se marchó.
Volvió a los diez minutos para darle el segundo aviso:
-- "Si antes de cinco minutos no pasa nada, lo que te he dicho, a la cama, que ya es muy tarde".
A los dos minutos de marcharse don Valentín, Conchita entraba en éxtasis. Era sobre la una de la madrugada. Ese mismo día, Loli y Jacinta estaban esperando la Visión sin que supieran nada de lo ocurrido con Conchita.
Un sacerdote, que había oído lo sucedido, hizo lo mismo, les dijo a Loli y Jacinta:
-- "No podemos esperar más, que es muy tarde. Os doy cinco minutos de tiempo; si en estos cinco minutos no pasa nada, a la cama".
Cuando ya sólo faltaba un minuto, volví a hablar:
-- "Queda un minuto. Contad hasta sesenta, y si antes no pasa nada, al llegar a sesenta, para la cama".
Empezaron ellas a contar en voz alta, canturreando, como en la escuela. Cuando llegaban a diecisiete, sin poder acabar esta palabra, se quedaron clavadas en éxtasis.
Un sacerdote vestido de paisano.
Acababa de marcharse un pequeño grupo de sacerdotes y quedaba sólo don Valentín, con bastantes otras personas seglares; las niñas entraron en trance, en la iglesia, y hablaron de que allí había dos sacerdotes: don Valentín y otro. Al oír tal cosa, don Valentín se puso a mirar hacia atrás para descubrir al posible compañero; pero en vano.
Poco después se le acercó un señor que, luego de saludarle, se declaró sacerdote, que había llegado de paisano por haber subido en motocicleta.
Desde el comienzo de los sucesos las niñas han mostrado una especial predilección por los sacerdotes y religiosos. Con frecuencia contaban los que subían, se fijaban en sus hábitos y siempre en sus trances hablaban de ellos con la Visión. Si se les preguntaba:
-- ¿Quién queréis más que venga?.
respondían siempre:
-- Los sacerdotes.
Y hablando de obediencia, la que de modo especial les inculcaba la Virgen, era la que debían a los padres y a los sacerdotes.
Se le quitan las dudas a una vecina del pueblo al besar la cruz.
En Garabandal la Santísima Virgen cuidaba de todos, ya fuesen visitantes o vecinos del pueblo.
Una vecina dice que:
Muchas veces dudaba, unas veces me parecía bien, otras veces pensaba que qué sería. Un día, el 17 de octubre del primer año, estaba un montón de gente exagerado. Estaba pensando:
-- Mira que si me traerían a mi la Cruz ahora a besar, entonces sí que se me quitarían mis dudas.
No sé si pasaron tres minutos cuando se me planta, entre toda la gente allí, para darme la cruz a besar, una de ellas, Loli.
Había miles de personas y me dio la cruz y yo estaba metida entre la gente. Estuve pensando eso y eso me pasó, cierto.
La Santísima Virgen me curó el dolor de cabeza.
Lo cuenta una vecina del pueblo.
Una noche, estaba yo en la cama y pensé:
-- ¡Ay, Virgen Santísima, haz venir a Loli con la Cruz, que me la ponga aquí, en la cabeza, a ver si se me quita este dolor!.
Estaba yo muy mala, ¡con un dolor de cabeza!. Era un pensamiento que tenía pero no lo dije a nadie. Me escuchó la Virgen; Loli vino y me puso la Cruz. Levanté la cabeza y quería besar la Cruz.
En vez de ponerme la Cruz en los labios me la puso en la cabeza, sin que yo le dijese nada, ni ella a mí. La tuvo allí un rato y después se fue y mi dolor de cabeza desapareció del todo.
F
regando los cacharros, vino Conchita a darme a besar el Crucifijo.La delicadeza de la Santísima Virgen se ve en estos detalles que sucedieron a una vecina del pueblo en su casa:
Venían aquí muchas veces las niñas en éxtasis y una vez pues tardaron algo más en venir, y venían dos fiestas, domingo y fiesta. Yo estaba aquí en casa y dije:
-- ¡Ay, hoy domingo que no vengan!.
Había cantidad de gente y siempre subían y, como mi casa era tan ruin, pues no quería que subiera la gente. Y dije:
-- Pero mañana, lunes, que vengan a darme el Crucifijo a besar.
Y estando ahí, fregando los cacharros, viene Conchita con el Crucifijo a dármelo a besar.
Yo me puse emocionadísima. ¡Sentí una emoción!. Yo no lo había dicho a nadie, fue un pensamiento mío, interior.Como esa vez, muchísimas. Muchísimas veces lo pedí yo así. Porque aquí venían de continuo y si tardaban un poquitín ya pedía yo que
«vengan a darme el Crucifijo a besar» y venían. Se emocionaba una, y, cuando me daban el Crucifijo a besar, ¡yo muy contenta, muy contenta!
Madre de Dios y Madre nuestra (6).
A. M. D. G.