Las Apariciones de la Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 23

 

Jaime Bertrand y Adela Mira de Bertrand.

El "secreto" de Jaime.

 Testimonio del P. Ramón María Andréu sobre su visita a Garabandal el 18 de Octubre de 1961.

 

 

Jaime dijo a un amigo suyo, lo que había sido su secreto durante años:

-- Que él había ofrecido su vista por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas.

Como resultado de esto, perdió su vista, primero uno de sus ojos y un tiempo después el otro, lo que le ocasionó una vida de continuo sacrificio y sufrimiento. Fué capaz de llevar una vida casi normal, a pesar de su ceguera, pero con la inestimable ayuda de su esposa Deli (Adela), y de sus hijos.

Dios premió a Jaime por esto; muchas almas se convirtieron a lo largo de su vida; también Jaime dijo que:

-- Después de su muerte, muchos de sus amigos que no creen también creerán. Y así está sucediendo.

Durante su estancia en Garabandal, todo empezó a cambiar.

Monseñor Don Juan Antonio del Val, Obispo de Santander(1971-1991), retiró la prohibición existente y dió permiso a los Sacerdotes visitantes para celebrar la Santa Misa en la Iglesia del Pueblo, lo que había estado prohibido anteriormente. También fue un hecho muy notable la conversión del Dr. Morales que visitó a Jaime Bertrand, en su casa, en Garabandal. 

 

Jaime relata sus vivencias de los primeros años de conocer Garabandal:

Dice Jaime:

En el año 1961 viviendo en Villamayor en Asturias oimos hablar de la Apariciones de la Virgen a cuatro niñas en San Sebastián de Garabandal en Santander.

No prestamos mucha atención y pasaron los años y dejaron de pasar dichas Apariciones. Luego, poco a poco, en el ánimo de mi mujer fue entrando aquello de las Apariciones y fue teniendo una gran fé en las Apariciones que allí habían ocurrido y en los milagros o hechos inéxplicables que allí ocurrieron y siguieron ocurriendo en sucesivos tiempos.

Yo siempre me mostré escéptico. No porque no crea que la Virgen se pueda aparecer o no se pueda aparecer. Porque yo creo que si Dios es todopoderoso pues facilmente puede hacer lo que le venga en gana, entre otras cosas que su Madre venga a la tierra y se manifieste a los hombres.

Pero como había tanta gente que tenía fé en ello y sobre todo en mi propia casa pues entonces pedí una prueba irrefutable, como Santo Tomás: quiero meter el dedo en las llagas para poder creer que es verdad.

Yo, desde hace unos dieciocho años aproximadamente, entre quince y dieciocho años, perdí la vista. Tanto es así que de un ojo no veo nada y del otro no tengo mas que una pequeña luz que veo obstáculos borrosos y no veo más.

Entonces pedí a la Virgen que si era verdad sus Apariciones en Garabandal que me permitiera ver aunque no fuera mas que por unos minutos. Esa fue la petición que le hice para comprobar, manifestar y afirmar mi fé en aquellas Apariciones.

Pasado el tiempo, yo hasta me había olvidado de aquella petición que había pedido, aquella confirmación y en una ocasión, era el 13 de Junio del año 1973, dia de San Antonio, subí a Garabandal en coche con un hijo mío llamado Marcial, otra hija mía llamada María Dolores, un amigo extranjero llamado Joseph y yo. Y fuimos a San Sebastián de Garabandal.

Allí, como había muchísima gente, entre ellos había una peregrinación de norteamericanos, tuvimos que alojarnos en casa de una señora que alquilaba camas que se llamaba Cándida, una mujer del pueblo con una casa antigua, mas o menos cómodos pero alojados.

Y estando allí nos avisaron de que en casa de Ceferino, el padre de una de las videntes, Mari Loli, que tenía una taberna pues iban a proyectar una película sobre los éxtasis que habian ocurrido en Garabandal y comentada en una cinta magnetofónica pero en inglés.

Entonces yo dije que yo no iba a ir porque ni veía ni entendía el inglés y era una bobada que fuera para ver y oir una cosa que no podía ver ni oir y además ocupar un sitio para otra gente que podía ocupar el mio. Pero por tres veces insistieron que fuera y fuí.

Cuando llegué estaba la sala completamente llena de gente y me quedé en la puerta, apoyado sobre la puerta simplemente de pié y con la cabeza baja porque miré hacia la pantalla y no veia mas que una pequeña luz que resplandecía y no distinguía figuras ni nada de ninguna especie y me quedé con la mirada mirando hacia el suelo.

Pero en el trayecto de la proyección, en el trayecto de la manifestación de la cinta, como de inglés entendía algo porque en mi casa mi mujer habla inglés y algunos chicos hablaban inglés, iba mucha gente que hablaba inglés y me quedaba algo del hablar el inglés, oí en la cinta que decía: éxtasis Conchita. Entonces instintivamente levanté la vista y cual no sería mi sorpresa cuando miro para la pantalla y veo perfectamente a la imagen de Conchita y no de una manera así mas o menos imperfecta sino perfectamente porque le ví hasta las pestañas de los ojos, cómo salía del éxtasis, cómo pestañeaba, el blanco de los ojos, las pupilas, todo perfectamente como se vé normalmente.

Yo me quedé un poco extrañado y también un poco impresionado por dentro pero callé la boca y no dije nada a nadie y volví a bajar los ojos porque desde el momento que desapareció en la pantalla la proyección del éxtasis de Conchita yo dejé de ver otra vez. Entonces, transcurrido un tiempo, oí otra vez por la cinta que decía: éxtasis de Mari Loli. Entonces volví levantar la vista y me volvió a pasar lo mismo. Empecé otra vez a ver a Mari Loli en el éxtasis, salir del éxtasis, sus ojos, su pestañeo, sus movimientos, todo perfectamente y al pasar este pasaje de la película pues también volví a dejar de ver y volví otra vez a callar la boca y volví otra vez a mirar hacia el suelo.

De repente oí hablar del Padre Luís María Andréu que fue un sacerdote que murió en Garabandal (durante su viaje de vuelta) de felicidad al contemplar a la Virgen y el Milagro. Entonces volví otra vez a ver la realidad del Padre María Andréu, representado en la pantalla con toda perfección y una vez que pasó el pasaje este de la cinta, de la película, pues volví otra vez a dejar de ver.

Cuando nos íbamos a casa, al salir a la calle, lo comenté con los que venian conmigo: Mariquilla Pidal, Marcial, mi hijo, María Dolores, mi hija, y Joseph, el otro amigo que iba con nosotros.

Yo no recordaba en absoluto ya la petición que había hecho a la Virgen de que me diera esa prueba de que era una realidad las Apariciones de Garabandal y tanto es así que pasó todo un año y no presté atención a lo que me había pasado sin pensar que había sido la prueba que había pedido.

Pero al año siguiente, en el 13 de Junio precisamente coincidió otra vez nuestra visita Garabandal y coincidió que estando en la Iglesia oyendo Misa, yo soy de las personas que cuando vá a Misa me concentro en la Misa y no pienso en los demás, ni pienso en los que tengo al lado, ni pienso en otras cosas, pues había una cosa interna que me decía: Jaime, si aquello que tu viste fue la prueba que pediste. Y tanto insistió que entonces caí en la cuenta de que el año anteriror lo que me había ocurrido habia sido precisamente la prueba que había pedido a la Virgen de ver durante unos minutos para comprobar la veracidad de sus Apariciones en Garabandal.

Después, en distintas ocasiones, pues tuve muchas pruebas referente a los perfumes que emanan de los objetos besados por la Virgen. Tanto es así que ya llegué a creer que sería facil pedir porque pedías una cosa e inmediatamente te venía un perfume y estaba concedida.

Resulta que en muchas ocasiones y muy lejos de aquí, por ejemplo en Extremadura, me ocurrió el pedir por una petición que me hacían, como pedimos los cristianos unos por otros: reza por este caso mío, reza por este problema mío. Un amigo de allí me pidió que rezara por su abuela que estaba muy enferma para que tuviera una muerte dulce y pacífica y aquel dia pués rezé por la tarde.

Por la noche, cuando estaba en el paseo me vinieron unos perfumes que no se sabe uno explicar, no son perfumes naturales, es un perfume muy agradable y que no había razón ninguna ya que no me había lavado con jabón oloroso ni con nada.

Llevaba en el cuello una medalla besada por la Virgen y yo lo explico por eso. Tanto es así que llegué a casa de este amigo y allí juntos rezamos el Rosario, en pleno verano, en Extremadura, con cuarenta grados a la sombra, con los brazos en cruz, de rodillas, sudábamos la gota gorda, yo que padezco además de ciática, neodiscal, reuma, etc, aquello fue un trabajo enorme porque cuando llegamos por el tercer misterio me caía el agua a chorros por el rostro y por todos los sitios y estando allí volvió a venirme el perfume. Aquella misma noche me enteré que esta Señora había muerto dulcemente.

Adela Mira de Bertrand:

Garabandal para mí empezó en Villamayor. Oimos hablar, luego oimos hablar en contra, diciendo que el maestro tenía hipnotizadas a las niñas. Total que no nos ocupamos mas de Garabandal hasta que vinimos a vivir a Gijón, que una cuñada mia me empezó a hablar y yo me fui entusiasmando.

Pensé, me gustaría ir a Garabandal pronto. Esa misma noche encontré una persona, un amigo nuestro que nos llevó al dia siguiente. Fui con una hija mia, Adela, y otro señor de Madrid. Allí pasamos una noche. Yo pidiendo a la Virgen: si esto es verdad, que yo sienta algo en este pueblo.

Cada niña que conocía yo me emocionaba. Como habían estado tan en contacto con la Virgen, yo les preguntaba cómo era la Virgen y me respondían perfectamente. Sentí una proximidad de la Virgen hacia mí. Desde entonces el pueblo tiene un atractivo que no puedo explicar. Yo voy allá y siento como una alegría que no siento en otras partes. Siento como una alegría tremenda.

Estuve cuando el último Mensaje, el 18 de Junio de 1965, que ya Conchita había anunciado seis meses antes dicendo que San Miguel le daría el último Mensaje de parte de la Virgen para la Humanidad.

Había muchísima gente que ya estaba preparada para ese dia. Alrededor de tres mil personas habría allí. Todo el dia estuvimos esperando, desde luego haciendo penitencia, porque allí no había nada de nada, casi ni de comer, con mucho calor. Conchita estaba enferma también, resistió heroicamente también, porque creo que tenía bastante fiebre.

Muchísima gente se cansó porque llegaban las once de la noche y no pasaba nada y mucha gente marchó desilusionada pensando que no iba a pasar nada. Pasadas ya las once y media Conchita anuncia que la Aparición iba a ser en la Calleja, donde habían tenido lugar las primeras Apariciones.

Se corrió la voz, todo el mundo detras de ella. No había visto a ninguna niña en éxtasis, pero como había tantísima gente en aquela calleja tan estrecha quedé a unos diez metros o así, estábamos todos empaquetados, no nos podíamos mover. Conchita de repente cayó en éxtasis, entonces sí, la gente toda paró de hablar. Se oyó el golpe de la niña cuando cayó de rodillas, eso sí lo oí, porque fue en el momento que la gente paró de hablar, y estuvo como un cuarto de hora extática.

Conchita alzó la mano con el Crucifijo que dió a besar al Angel, fue lo único que ví. Lo que ví también y vieron muchísima gente fue una estrella pequeña que andaba y en el momento de caer Conchita en éxtasis, en el sitio donde estábamos todos, la estrella se paró y ahí mismo quedó parada todo el cuarto de hora que duró el éxtasis y entonces vimos como la estrella volvía otra vez hacia el cielo en la misma dirección que había venido.

Sentí, durante el éxtasis, la presencia de algo sobrenatural que no se puede explicar. Era completamente de noche. Estaba la televisión italiana y el NODO español, estaban allí con la niña muy cerca. Cuando ya terminó el éxtasis y cuando una linterna enfocó la cara de Conchita, entonces yo sí que ví la cara de Conchita ya fuera del éxtasis. Tenía una cara completa de felicidad. Una felicidad que le salía de la cara, fue una cosa que me impresionó verla así. Fue un momento solo pero yo ví esa cara. El Mensaje lo dió el dia siguiente escrito.

En Garabandal, cada vez que voy, siento como una alegría muy grande que no siento en otras partes.

 

Testimonio del Padre Ramón María Andréu sobre su visita a Garabandal el 18 de Octubre de 1961.

 

Tres de los hermanos Andréu, Jesuitas, con su madre.
De izquierda a derecha los Padres Alejandro, Ramón
 y Padre Luis Andréu S.J., con su madre.
 

Pregunta: El 18 de Octubre de 1961 usted estuvo en Garabandal, ¿Podría contarnos el desarrollo de esta visita y las circunstancias que la acompañaron?.

P. Ramón: Con mucho gusto. Llegué a Garabandal el 17 de Octubre. Durante ese día y sobre todo el día 18 ví llegar al pueblo una multitud inmensa. Representó mucho teniendo en cuenta lo difícil del acceso y que el día fue un auténtico diluvio. La distancia de Cosío, que hubo de hacerse a pié, es de unos seis kilómetros.

Ese día yo estaba contento y tranquilo. No tenía ningún motivo para estar de otra manera. Durante los meses de Agosto y Septiembre, e incluso lo que había pasado de Octubre, había sido testigo de muchos acontecimientos en este pueblo de la montaña. Tenía de estos meses muchos recuerdos felices. Todo me parecía bueno.

Pregunta: ¿Cuáles eran sus relaciones con el Sr. Obispo de Santander?

P. Ramón: Mis relaciones con la autoridad diocesana eran excelentes. D. Doroteo Fernández, Administrador Apostólico de la Diócesis, me había autorizado a subir a Garabandal, a decir allí la Misa, a predicar y a confesar. Tuve la oportunidad de visitar al Sr. Obispo en varias ocasiones. En estas visitas le pude exponer mis opiniones personales. Lo mismo sucedió con D. Eugenio Beitia Aldazabal tanto en lo que se refiere a mí, como a mis hermanos los Padres Alejandro y Marcelino.

Pregunta: ¿Cuál fue el motivo inmediato de su visita a Garabandal el día 18 de Octubre de 1961?

P. Ramón: Ustedes saben que las niñas habían anunciado para ese día la proclamación del mensaje. Yo supuse que esto podía ser importante. Esto lo debieron pensar muchas personas, porque a pesar de las dificultades de ese día de diluvio se reunieron en el pueblo alrededor de unas cinco mil personas.

Pregunta: Conchita dice en su Diario que esta inmensa multitud subió a los Pinos hacía las 10 de la noche para oír el mensaje. ¿Subió usted también?

P. Ramón: Sí. Yo subí de los últimos siguiendo a la gente en esa ascensión laboriosa. Era necesario recorrer 500 metros monte arriba, ese día de agua y de barro. A ratos era negro como boca de lobo. Algunas lámparas de bolsillo se veían centellar a lo largo y ancho de la ladera. El agua rodaba monte abajo por todas partes.

Durante esta ascención resbalaba continuamente; incluso me caí varias veces. Esto les sucedió a casi todos.

Llegué a hacer la mitad del camino cuando sentí de golpe, brutalmente una intensa amargura interior. Fué una mezcla de sentimientos tristes difíciles de definir. En aquél momento todo parecía derrumbarse para mí. Una impresión extrema de intensa soledad. Las cuatro niñas no eran más que unas enfermas. Yo me preguntaba a mí mismo: ¿Por qué estoy aquí? Mi hermano había muerto, esto era todo lo que yo había sacado en difinitiva. Aumentaba por momentos un interno estado doloroso. Puedo decir de verdad que nunca, a lo largo de mi vida, he tenido una desolación tan intensa.

Pensé abandonar aquello que no pasaba de ser, ante mis sentimientos más que una triste barraca pueblerina.

Estuve un rato quieto. A veces miraba hacia el cielo. Sé que me hubiera gustado en aquél momento la realización de un milagro, que las niñas no habían anunciado. Mi decepción fue absoluta.

Cambié de sitio y quedé nuevamente un tiempo que no podré decir cuánto fué, en solitario, sintiendo pasar en la oscuridad a los que habían subido hasta los pinos. Todo era noche y silencio. Jamás me había sentido más solo.

De pronto una linterna dirigió hacía mí su foco. Un amigo que descendía de los pinos me reconoció. Llegó a mí.

Esto es maravilloso, me dijo.

Yo le dejé decir, mientras pensaba en mi interior: mañana comprenderás lo absurdo de todo esto.

Con él descendí hasta el pueblo sin manifestar nada de lo que ocurría en mi interior. Entramos en una casa donde ya nos esperaban. Al poco tiempo entró Amaliuca, la hermana de Loli. Dirigiéndose a mí y a otros dos nos dijo:

Loli dice que vayas tú, tú y tú.

Yo la oí, pero no pensé ir. Al fin me dije: Haré una obra de misericordia; visitar a los enfermos. Y decidí ir a darle un adiós definitivo.

Pregunta: ¿Y fué usted a casa de Loli?

P. Ramón: Sí. Subí al desván de la casa de Ceferino. Había allí un número de personas que bien podían ser 12, ó 14, y entre ellas estaba Loli. La niña se veía contenta, diría incluso que feliz. Yo pensaba en la inconsciencia de aquella niña y de las otras, cuando ya Loli me decía sonriente:

— Siéntese.

No se trataba de ninguna silla. Era una especie de camastro, lo que había en un rincón. Yo automáticamente me medio senté en el borde. Loli se sentó junto a mí. Ella tenía 12 años, pero iba a dirigir la conversación, cuyo recuerdo duraría en mi creo que para siempre.

— De ustedes tres hay uno que no cree, me dijo: ¿Sabe usted quién es?

— Sí, le dije. ¿Y tú?

— Yo sí lo sé, me contestó. La Virgen me lo ha dicho.

— ¿Cuando?

— Ahora, al bajar de los pinos

— Dime quién es, insistí

— No me atrevo, fue su respuesta. Si fuera uno de los otros dos.

— Sí, soy yo, afirmé. No creo nada.

Loli puso en su infantil mirada una como sonrisa de inteligencia y añadió:

— La Virgen nos ha dicho: El Padre está dudando de todo y sufriendo mucho. Llamadle y decidle que no dude, que es verdad que soy Yo, la Virgen, la que se aparece. Y para que os crea le diréis: "Cuando subías subías contento, cuando bajabas, bajabas triste".

Yo me quedé estupefacto, mirando a Loli, sin saber que decir. Y ella anadió:

— Pero a Conchita le ha hablado mucho de usted.

En aquél momento me levanté; comprendí confusamente que el momento del adiós definitivo no había llegado.

Cogí a dos amigos, que me miraban fijamente al rostro mientras me decían:

— ¿Qué le ha dicho? ¿Qué le pasa?

Sin darles respuesta a estas preguntas les empujaba diciendo:

— Vamos a casa de Conchita.

Aniceta abrió la puerta. Mi saludo fue directamente esta pregunta:

— ¿Puedo ver a Conchita?

Está ya acostada, me dijo, pero puede usted subir.

No había puertas que abrir. Subí los pocos escalones y llegué a la habitación, llamémosla así, donde Conchita estaba en la cama con su prima Luciuca. Tenía Conchita 12 años y su prima 11.

En cuanto me vió dijo sonriente, antes de que yo abriera la boca:

— Padre, ¿está usted contento, o está usted triste todavía?

— No lo sé le respondí. Loli me ha dicho que la Virgen te ha hablado mucho de mí.

— Lo menos un cuarto de hora, me contestó.

— ¿Y qué te ha dicho?

— No se lo puedo decir, fue su respuesta.

— Entonces me quedo igual que antes, comenté en alta voz.

Conchita sonrió y me dijo:

— Hay algo que sí le puedo decir: "Cuando subía, subía contento, cuando bajaba, bajaba triste y me ha dicho todo lo que estaba pensando. Y donde estaba pensándolo. Usted pensaba, ahora me voy a América. Y en otro sitio. Ya no quiero saber nada de fulano y de fulano. Y que sufría mucho. Y me ha dicho que se lo diga y también que le advierta que todo esto le ha sucedido para que en adelante, acordándose de esto, no vuelva a dudar más.

Me quedé sin palabras. Al día siguiente Conchita señalaba con el dedo en una fotografía, exactamente el sitio del monte donde había estado pensando cada una de estas cosas. Había algo importante para mí. Todo lo que habla dicho Conchita era cierto. Ella me dijo de parte de la Virgen: "Todo esto le ha sucedido para que en adelante no vuelva a dudar más".

Yo he atravesado por otros momentos de duda, aunque no tan angustiosos como aquel 18 de Octubre. Con frecuencia se me ha dado la noticia —incluso con visos de ser decisión oficial— de que todo se había terminado. Pero he visto cómo, una y otra vez, quedaba abierto el mismo interrogante.

La experiencia de este 18 de Octubre de 1961 me ha servido en muchos casos, para interrogarme a mí mismo cómo las niñas pudieron conocer, especialmente Conchita, con tanto detalle, una experiencia mía interna y decírmela con tanta claridad y seguridad.

Es bien evidente que, en todo momento, la Virgen, como Madre, vela por todos sus Hijos y con mas cariño cuando pasamos por momentos difíciles.

 

Mensajes de Nuestra Señora del Carmen en San Sebastián de Garabandal.

 

Primer Mensaje

18 de Octubre de 1961.

 

Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Visitar al Santísimo. Pero antes tenemos que ser muy buenos. Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande.

 

 

Segundo mensaje.

18 de Junio de 1965.

 

La Virgen dijo "Me da mucha pena decíroslo yo, pero os lo tengo que decir para vuestro bien", por esta causa fué el Arcángel San Miguel quien lo dijo a Conchita en la tarde del dia 18 de Junio de 1965.

El mensaje que la Santísima Virgen ha dado al mundo por la intercesión de San Miguel. El Angel ha dicho:

Como no se ha cumplido y no se ha dado mucho a conocer mi mensaje del 18 de octubre, os diré que este es el último.

Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Los Sacerdotes, Obispos y Cardenales van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas mas almas.

La Eucaristía cada vez se le dá menos importancia. Debéis evitar la ira del Buen Dios sobre vosotros con vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera El os perdonará.

Yo, vuestra Madre, por intercesión del Angel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. Ya estáis en los últimos avisos. Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debeis sacrificaros mas, pensad en la Pasión de Jesús.

 

A. M. D. G.


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